Any: 1930
Editorial: Grupo Planeta -Ediciones Destino
Col·lecció: Booket nº 7018
Edició: setembre 2008
ISBN: 978-84-233-4078-1
Pàgines: 342
El primer a destacar és la complexitat en el vocabulari tant per fer servir termes militars africanistes -com ara áscari o blocao - com per reflectir la parla dels protagonistes.
Áscari: Segons la RAE:
áscari: (Del ár. ‘askarī 'soldado').Soldado de infantería marroquí (RAE)
En aquest link juantono carro 001 ho explica una mica millor:
En árabe la palabra "mehal`la" quiere decir campamento o por extensión del vocablo, "ejército". Aunque. según vemos, ésta es una palabra de sentido muy general que puede, por tanto (según los filólogos de árabe), ser aplicada a distintas fuerzas sin embargo, en la historia del Ejército Español, cuando se habla de "mehal`la", todo el mundo entiende que se trata de la Mehal`la Jalifiana.
En 1.913 acaba de establecerse el protectorado de Marruecos, y el Alto Comisariado General Marina, con el deseo de dar el mayor realce al puesto recién creado de Jalifa, supremo representante del Sultán en nuestra zona, concibió la idea de crear un cuerpo completamente marroquí que dependiera del Majzén (Gobernador del Jalifa), aunque por supuesto, al Alto Comisario fuera quien en último extremo lo controlara, al igual que todos los demás asuntos del Protectorado.
A la Mehal`la se le encomendaron las misiones de dar guardia al Jalifa, formar en los actos oficiales del Majzán y auxiliar al Ejército español en las operaciones militares de policía que se determinasen.
Se formó con oficiales, clases y soldados indígenas, además de jefes y oficiales españoles que actuarían en calidad de instructores o "jarrub". Las unidades en que estaba dividida la mehal`la recibían los nombres de "Tabor" o batallón, "mía" o compañia" y "yemaa" o sección y eran mandadas, respectivamente, por un "caíd tábor", un "caíd mía y un "mulazemin" u oficial subalterno. A los sargentos se les llamaba "mokaddemin", a los cabos "maauemin" y a los soldados "áscaris".
En septiembre de 1.913 comenzó la organización del Cuerpo; sus primeros instructores fueron el Teniente Coronel de Caballería don Miguel Cabanellas Ferrer, antiguo comandante de las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla, y el Comandante de Infantería don Enrique Ovilo Castelo, anteriormente jefe del Tábor de Larache. A finales de este mes se empieza a trabajar con los primeros reclutas: 120 hombres de Tetuán.
En un principio el uniforme que llevó la mehal`la consistía en una chilaba parda, como la que se suele usar en el campo en el norte de Marruecos, y como prenda de cabeza utilizaba una chechia colorada, con el emblema de la Mehal`la, una estrella de seís puntas formada por superposición de dos triángulos equiláteros. Como armamento la nueva unidad recibió el fusil Gras modelo 1.874, proporcionado por el Majzén.
Blocao: Segons la RAE:
blocao: (Del al. Blockhaus 'pequeña fortificación').Fortín de madera que se desarma y puede transportarse fácilmente para armarlo en el lugar que más convenga.
En aquest cas, unes imatges poden ser el millor:
Altres obres literàries que tracten el tema:
El nombre de los nuestros de Lorenzo Silva
Aita Tettauen de Benito Pérez Galdos (episodios nacionales 36)
El blocao de José Díaz Fernández
Annual. Relato de un soldado e impresiones de un cronista de Eduardo Ortega y Gasset
Cuatro gotas de sangre de Josep Maria Prous i Vila
I finalment, alguns moments estel·lars:
Cuatro carros de asalto entran a media tarde en el campamento. Ruido inseguro de chatarra en la solidez del silencio. Traen la sequedad calcárea de los desiertos que rodean la posición y cierran las perspectivas sin un árbol, sin un pájaro.(...) Ochocientos hombres, mudos, sordos, con paso resignado de autómatas. La mochila del de delante limita todos los horizontes. (pàg 29)
Aqui cal parar atenció a la sonoritat de les erres.
Avizora Viance con la barba pegada a los sacos:
-¡Dios, Dios! ¿Qué habremos hecho pa que nos metan este tiberio? En España nadie sabe lo que aquí pasa. De vez en cuando dicen los periódicos: «Nuestros soldados mueren en África», pa molestar al Gobierno; pero el pueblo y los ministros ya se han acostumbrao. ¿Bueno, y qué? Aquello está lejos, y en todo caso es la defensa de la Patria. Oye, tú, muchacho: ¿Sabes qué es la Patria?
El de al lado lo mira desde lo hondo de las órbitas cárdenas y se encoge de hombros. Insiste Viance, obsesionado. El otro habla, por fin:
-El sargento nos lo dijo de quintos; pero no me acuerdo.
Ah, rediós; la Patria no es más que las acciones del accionista. Se lo han dicho el otro día unos obreros catalanes que están en la segunda compañía, y con razones bien claras. Pero el compañero no le atiende. Apoya también la cabeza contra los sacos en una posición bastante cómoda. Sin mirarle, pregunta a Viance:
-¿Tienes sed? -Y febrilmente añade-: Yo, no. He bebido orines. Creo que los sargentos y los oficiales los beben con azúcar porque ha quedao bastante en el depósito de víveres. Están muy agrios, pero quitan la sed.(pàg 130-131)
-Aquí ni Dios se entiende. Yo creo que se ha armao la revolución en España y que se han ido a hacer puñetas el rey, los duques y los obispos. A mí me da igual, porque esto se acabará al amanecer. ¿Cuánto dura un cristiano con un tiro en la tripa? En un hospital, quizá; pero aquí, seis horas -se palpa el vientre y frota el pulgar con los otros dedos-. No sale ni sangre ya.
Se arrastra hacia unos matojos y apoya en ellos la cabeza. Viance lo mira en silencio.
-Si te salvas busca a quien tenga la culpa y sacúdele. La vida ya ves tú lo que es. Sólo vale la pena cuando hay un poco de justicia encima de toda esta mierda. Si no la hacen ellos, la hacéis vosotros. Toma este cartucho tan limpio. Lo guardaba pa romperme la sesera; pero se está aquí bien. Guárdalo tú y hazme caso. Busca a quien tenga la culpa y sacúdele, que si hay un Dios ahí arriba Él te ayudará a tomar puntería.
Viance lo recoge y se lo guarda. No acierta a coordinar ideas. Le ha quedado fija la idea de la revolución. ¿También el duque de su pueblo se habrá ido a
hacer puñetas? Ríe. El otro pregunta:
-¿Qué te ríes? No es para reírse esto. ¿O es que estás majareta? (pàg. 181)
Viance sintió, a la vista de todo aquello, cierta alegría sádica. San Juan de las Minas, el ferrocarril con la espina dorsal levantada más arriba, atravesada de palitroques; aquella vía de juguete que se podía plegar y llevar a casa, y que de pronto, sin saber cómo, aparecía al volver una loma y se perdía entre los arbustos y volvía a aparecer. El polvo rojizo, ennegrecido por el agua, aumentaba un poco más abajo. Muelles de embarque en la plaza, operarios, cargadores y mineros casi de balde; dos trenes de mineral diarios hacia el puerto: todo gracias a nosotros. A ver dónde están ahora esos trenes cargados, esas vagonetas y esos hormigueros de «tíos en cueros». Todos los amaneceres estimulan el ánimo con cierto ímpetu de comienzo y punto de arranque, al revés que los atardeceres mohínos y cansados.
Viance llega a sentir cierta satisfacción maligna y vengativa. Se ha sentado en una piedra. Preside el paisaje la cresta de San Juan de las Minas. San Juan Bautista debe ser. Ahí está el anacoreta de los millones, el místico de la industria pregonando la virtud, la abstinencia, el ayuno y bautizando al indígena con el polvo rojizo del mineral. Bautismo de esclavitud, de vasallaje. Prostitución del trabajo impuesto y mal pagado. Nada de jornadas establecidas ni jornales mínimos. La procesión de encapuchados, cubiertos de polvo rojizo y de piedra manchada por la entraña sangrante de la montaña, hormigueaba de la mina al tren, del tren a la mina, silenciosa, aguardando la caída del sol y los seis reales.
Civilización de Occidente, trenes mineros, sociología de piedad cristiana y, detrás, el ejército, la vida joven y poderosa con tres palabras vacilantes en los labios: patria, heroísmo, sacrificio. Más abajo de la cresta minera, rocas blancas enhiestas, agrupadas, superpuestas: el hueso mondo de la montaña. Todavía más abajo, blancas losas calcáreas, donde la lluvia, la erosión constante, ha dibujado columnas y encasillados de arriba abajo. Una tabla de .cotizaciones de Bolsa. Y al pie... Al pie se han refugiado algunos para morir. En este sector, la gran losa calcárea es un área feroz y primitiva. (pàg.192-193)
Lleva en el bolsillo de la guerrera un cartucho limpio, brillante, pulido y dorado como una joya. El tiro en la cabeza se lo dará él. Si le entregaron aquel cartucho para «el que tenga la culpa», no hay que discurrir demasiado, Viance tiene la culpa, como Rivero y como Otazu y Piqueras. Todos son culpables, porque un hombre es igual a otro hombre, y si uno dice que sí el otro puede decir que no. ¿Y qué? El caso es que todos han dicho que sí, sin saber lo que decían y ahora van pidiendo un tiro en la cabeza, que no les sirvió a su tiempo para hablar palabras razonables. (pàg. 217)
Los moros y los judíos no comen cerdo; pero aquéllos los alimentan ahora con carne humana para venderlos; después a los proveedores del ejército o a los batallones directamente. Debe haber cabilas cerca y Viance quiere salir del barranco, subir, escapar. A la vista del cerdo ha sentido una necesidad de aire fino y de luz mañanera. Morir aquí abajo y ser comido por los cerdos es un destino que sólo puede caber en la imaginación tormentosa de uno de aquellos posesos a quienes el cura les quita los demonios del cuerpo. (pàg. 218)
¿El sueño? ¿Otra vez el sueño? Pensar en lo inconcreto, formar abstracciones, es atraer bajo la sed el hambre, el dolor de las heridas, ese sopor tan parecido al sueño y a la muerte.
-¿Quién eres?
Alguien pregunta tres o cuatro veces sobre su cabeza:
-¿Quién eres? ¿Ya no sabes quién eres?
Transcurren unos minutos:
-Tendré que decirte yo mismo que eres Viance, de la segunda del tercero y del 42.
Viance quiere abrir los ojos. Pasa un cometa, que luego se convierte en una girándula de fiesta pueblerina:
-Sí, soy Viance; pero no he hecho nada. Yo... -intenta disculparse.
-No te preocupes. Los que se comen a los cadáveres son los cerdos; ya lo he visto.
-Y tú, ¿quién eres?
-Dios. Yo soy Dios. ¿No lo ves en mi chilaba nueva, en el albornoz blanco?
-Dios es español.
-Me he pasado a los moros. Dios está siempre del lado del que puede más.
-¡Mientes! Eso no es cierto.
-¡A mí no se me habla con ese desenfado! Te digo que me he pasado a los moros. ¿Quieres hacer un pacto?
-¿Cuál? ¿El que decía el viejo de las herraduras?
-Naturalmente. Si no tienes papel de oficio, no importa; yo traigo de todo.
-¿En qué condiciones?
-Tú tienes que morir forzosamente. Ahora bien: España te será fiel. Te incorporará a la legión de los soldados muertos en el cumplimiento de su deber.
-¡Mierda!
Dios se rasca por encima del turbante y gruñe:
-¡Para ti! (pàg.221-222)
-¿Pero qué va a pasa?
-Nada, hombre. Es muy fasi. Dentro de cuarenta y ocho horas, o estamos en Melilla o nos hemos muerto de hambre o nos han partió el corasón de un pacaso, ya ve; no tiene complicasión. (pàg. 240)
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