dijous, 5 de setembre del 2013

Cuatro gotas de sangre de Josep Maria Prous i Vila

Títol: Cuatro gotas de sangre. Diario de un catalán en Marruecos
Títol original: Quatre gotes de sang.
Any: 1936
Autor: Josep Maria Prous i Vila
Traductor: Dánae Barral Hortet
Pròleg: Ignacio Martínez de Pisón
Pagines: 334
Editorial: Barril Barral editores S.L.
ISBN: 978-84-937707-3-0

Primera edició en Barril Barral: enero 2011

Autor i llibre bastant desconegut però que, amb Ignacio Martínez de Pison com a prologuista, venç la desconfiança inicial.

Segons el propi autor, és molt mes un relat viscut que una novel·la. Això fa que els personatges apareguin i desapareguin sense cap més raó que el record viscut. Així, per exemple, sembla que la nena Conxita pugui tenir alguna transcendència però desapareix tal com apareix.

Es podria distingir dues parts més o menys homogènies en la durada. La primera es d'acció militar mentre que la segona és molt més de reflexió i ensopiment també militar. En aquesta segona part hi ha també "pseudo-previsions" fetes des de l'òptica del 21-22 pero amb l'envolvent dels anys de la publicació, es a dir 35-36.

A diferència de Imán de R. J. Sender o En nombre de los nuestros de Lorenzo Silva, es reflecteixen els fets posteriors al desastre de Annual, per això el moment és menys tràgic. El que es perd en descripció de un mal son es guanya en la reflexió dels innocents.

Recomanable.

A destacar:

Ara que tots tenim present l'emprament de gasos a la guerra de Siria, podem recordar que forem pioners:
“El avión ya ha lanzado las bombas y los gases y vuelve hacia el aeródromo pasando por encima de nosotros.” (pág. 149)

Una llegenda sobre les mules que no coneixia:
“Dios quiso, en cambio, hacer una excepción: le negó la fecundidad a las mulas. Y todo porque una de ellas no pudo evitar comerse, en un establo de Belén, un poco de paja que estaba destinada al sueño de su hijo recién nacido. Y al contrario que los piojos,  las mulas son estériles.” (pàg. 152)

Havia vist alguna foto d'aquesta mena d'herois per dir alguna cosa, però la descripció en text és encara més cruel:
“Los legionarios vienen desfilando por el medio de la calle, entonando su himno (del que dicen que es «sagrado»). (…) Cada uno lleva, ensartada en la bayoneta, la cabeza de un moro. La gente, sobre todo los paisanos, no para de aplaudir.” (pàg.206)

Sobre la abuelita del campechano y su amiguita la Duquesa de la Victoria de Melilla:
“-¿Cómo pueden permitir algo así? –dice uno-. No se conforman con matarlos, con saquearlo todo. ¡Encima tienen que exhibir sus cabezas cortadas!
-Y además reciben dinero por ello –responde otro.
-Algunas bien envueltas y cubiertas de flores, se las envían a la reina dentro de un cesto, de dos en dos. A los dos primeros legionarios que lo hicieron la reina les envió un billete de banco a cada uno. Ahora hay una duquesa en Melilla que las paga a cinco duros pero, como aquí no hay flores, no le envían demasiadas; de otra manera no se daría abasto. En cambio las guardan para el día que venga el rey. La idea es que, si algún día se le ocurre venir, le pongan, a lo largo de toda la explanada del puerto, una gran alfombra de cabezas de moros que llegará hasta la Comandancia General. Así su majestad, el Lapicero, no se dañará los pies. Después dará, por cada cabeza que pise, un duro a los legionarios. Los reyes acostumbran a poner precio a la cabeza de los demás porque saben que, un día u otro, sus propias cabezas pueden ser vendidas en subasta pública, aunque nadie suele dar ni cinco por ellas.” (pàg. 207)

Pel que fa a la Duquesa, tenim també referències aqui:
"La duquesa de la Victoria, una filántropa que organizó un equipo de enfermeras voluntarias, recibiría en 1932 un tributo de la Legión. Le brindaron una cesta de rosas en el centro del cual había dos cabezas de moro cortadas. Cuando el dictador Primo de Rivera visitó Marruecos en 1926, se horrorizó al descubrir a un batallón de la Legión en espera de ser inspeccionado con cabezas clavadas en las bayonetas."

Resum de les causes de la la Guerra de Àfrica:
“-Pues mira. Aquí to’o el mundo tiene intereses en eso de las minas. Empezando de coronel pa’ arriba, hasta altos comisarios, los ministros y el mismo rey, to’os tienen un momio en eso d las minas y andan chupando del bote. Y lo peor es que cada vez que sacan a uno y ponen a otro hay que empezar de nuevo… ¿Vosotros os creéis eso del protectorado y de la civilización de los moros? To’o son cuentos de la vieja. ¿Pa’ que crees tú que muchos quieren venir a África? ¿Pa’ matar moros y ganar estrellas? ¡Y ca’, hombre y ca’! Pues para hacer negocios con to’o, nada más que negocios y hacerle la santísima a to’o el mundo…¿Tú crees que Sanjurjo y Berenguer y otros se han puesto un riñón cubierto cada uno…? Pues los tienen los dos, no cubiertos, sino forraos. Por cada desgraciado que muere en campaña hay dos o tres que entienden de asuntos financieros…¿Te explicas tú esos cambios que hay siempre de altos cargos? Pues ellos se entienden y bailan solos; ahora que, pa’ disimular, andan engañando al pueblo… Por eso pasó lo de julio del año pasado. Porque el uno avanzaba más de lo debido y el otro vio que podía ganar más influencia, así que se hizo el sordo y dejó que el primero la diñara, pa’ que no le fuese estorbo.” (pàg. 231-232)

La professionalitat del gloriós exèrcit:
“Al final, sin embargo, hemos tenido que esperar, habiendo ya anochecido, porque al llegar al lugar indicado una de las compañías que venía siguiéndonos, la segunda, se había perdido, y tuvimos que encender hogueras para señalarles dónde estábamos.” (pàg. 236)

Iman, de R.J. Sender fou escrit el 1930. Aquest fet és pràcticament coincident:
“Acudiendo a nuestra propia experiencia de esta mañana, podemos calcular, además , la distancia que a duras penas recorrieron los pocos que pudieron salvarse desde aquí y desde Annual hasta Melilla, por ejemplo, sin otro medio de transporte que sus piernas y pies, destrozados, huyendo campo a través por barrancos y montañas, esquivando la muerte a cada paso, mientras otros, más privilegiados, escapaban tranquilamente montados en coches o camionetas, atropellando incluso a algunos heridos que les salían al paso y les suplicaban misericordia, la misericordia cristiana que da derecho a que un cristiano que lleva estrellas de seis u ocho puntas pueda huir cómodamente de la muerte y arrollar, en vez de socorrer, a otro cristiano herido, hermano de patria, a un hombre igual que el mismo aunque incapaz de caminar a causa de las heridas recibidas (…)” (pàg. 237-238)

Homenatge a Rizal, heroi filipí. Sobre Berenguer i Silvestre.
“La reina empeña sus joyas para comprar armas y escuadras para arrasarlo todo. Un poeta, Rizal, que canta a la libertad de las colonias, es pasado por las armas. Pero hoy, Rizal es ya inmortal, ¡y las colonias son libres! La reina y el gobierno se quedan sin hombres, sin escuadras y con una mano en cada anca intentan seguir añadiendo, a pesar de todo, un episodio más o menos glorioso a la historia de España.
Llega la Gran Guerra porque la reina madre desciende de Austria y la reina joven de Inglaterra: el rey se declara neutral a cambio de montar en España un servicio de espionaje a favor de Alemania y de permitir toda clase de contrabando. Esta neutralidad sería una mancha ligera en la corona si los grandes negocios, el contrabando y el espionaje no hubiesen hecho tan famoso al monarca, que no rompe la neutralidad por temor a hacer el ridículo y porque así le sale más a cuenta.
Pasa el tiempo y el rey, que cuando lo de las colonias justo empezaba a caminar y por tanto quiere hacerse famoso (dado que ya nadie habla de lo que sucedió en 1909 en el barranco del Lobo, y que la Gran Guerra ya se terminó), un buen día llama a uno de sus generales y le dice:
-Aún soy joven para abdicar, y además tengo poca historia. Tienes que montarme algo muy deprisa, en pocos años. Vete para allí y haz lo que te parezca: mata, quema y arrásalo todo si es necesario. Tienes carta blanca. Hazte célebre, pero no te olvides de hacerme célebre y glorioso a mi también, a tu rey, ante el mundo. Iremos a medias.
-¿Y si el país protesta? –responde el general confundido.
-El país no debe protestar y, si lo hace, para eso os tengo a vosotros, para responderle –le dice el monarca-. Antes que nada, mi gloria.
-Pues bien majestad, os llenaré de gloria.
El general, que era joven y valiente,  llega aquí y no se detiene ante nada. Osado y astuto, se decide a encontrar la gloria para él y para su rey, que le ha asegurado que no tiene suficiente. Negocia con todo el mundo con tal de avanzar, incluso traspasa los límites de la prudencia. Se enfrenta con el alto comisario, que tiene envidia de su subordinado pero le deja hacer. Un día, el jefe de una tribu, que se pasea por la plaza, es hecho prisionero. El general lo visita en el fuerte donde ha sido encerrado y al parecer le hace proposiciones que el prisionero no acepta, quizá porque no quiere o no está dispuesto someter a su gente, y el general, recordando seguramente que el rey le ampara, se despide de él propinándole una soberbia bofetada.
Poco tiempo después, el preso, liberado, se convierte en caudillo y se lanza a muerte contra el general, a quien quiere devolver la bofetada. Parece que tanto el uno como el otro hacen todo lo posible por encontrarse, el general avanzando y el otro esperando y preparándose. Llegado el día decisivo, sobreviene la catástrofe: como el general S. está enfrentado con el general B. y no se pueden soportar, el uno no contesta las llamadas de auxilio del otro, que se desespera gritando mientras el primero se hace el sordo y llega tarde. Eso fue lo que pasó.
-¿Y aquel general se suicidó?
-Eso no lo sabe nadie; no lo sabremos nunca." (pàg. 245-246)

Més sobre la Duquesa:
“Incluso ha venido dos o tres veces la duquesa, aquella dama de la alta aristocracia que, después de la reina, es la que mejor paga las cabezas de moro que le llevan. Nadie lo diría, tan guapa y con esa pose de santa que sabe tener con su ropa blanca de enfermera. Recorre las salas y va preguntando, ora un soldado, ora a otro, se están bien en el hospital, si necesitan algo…, pero también les dice que tienen que ponerse bien pronto, que aún quedan muchos moros que matar.” (pàg. 311-312)


Altres llibres sobre el tema recomanats per Ignacio Martínez de Pisón:

El blocao de Josè Diaz Fernández
Imán de Ramon J. Sender
La ruta (primera part de La forja de un rebelde) de Arturo Barea

Notas marruecas de un soldado de Ernesto Giménez Caballero
Tras el águila del César de Luys Santa Marina
La pared de tela de araña de Tomás Borras
Diario de una bandera de Francisco Franco
Abd-el-Krim y los prisioneros de Luis de Oteyza
Mi cautiverio en el Rif de Francisco Basallo
La barbarie organizada de Fermín Galán


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