Giorgio Agamben
Arqueologia de la política
Traducció de Robert Garcia Orallo
Editorial Arcadia 2019
Transcripció de les Lliçons Ferrater Mora del 7 a l’11 d’abril de 2014
Capítulo 1
El presente solamente se puede comprender mediante una regresión arqueológica. En Europa, la identidad está vinculada al pasado. La destrucción de las ciudades alemanas por los aliados durante la IIGM pretendía y conseguía destruir la identidad alemana. La actual destrucción turística de las ciudades italianas hace que los especuladores y los gobiernos puedan conseguir su objetivo de borrar la identidad italiana.
La identidad no es substancial; es temporal y discontinua, y se ha de entender vinculada al entorno. La cultura judía, pese a ser milenaria, en cada momento se articula respecto a sus vecinos.
El concepto de crisis en Agamben no es el que hacen servir la banca y los gobiernos, es decir no es un invento que permite justificar lo inaceptable. Semánticamente, en primer lugar, la crisis es un concepto de la medicina que se refiere al momento en que el médico decide si hay o no solución a la enfermedad. En teología, en el Nuevo Testamento, se refiere al juicio final. Finalmente, jurídicamente, la crisis es el momento del juicio en un proceso. En los tres casos se refiere a un momento concreto. En cambio, el uso que se le da actualmente es de algo permanente.
Alexandre Kojève también ha señalado el final de la historia para el Homo Sapiens. En esa situación tiene dos alternativas: regresar a la animalidad (American way of life) o el esnobismo japonés (celebración de rituales sin significado histórico). Agamben propone una tercera vía europea con una cultura humana i vital.
Significado de la palabra mundo: El mundo era un lugar en el Palatino donde Rómulo y sus compañeros lanzaron tierra de sus ciudades de origen. Este lugar era protegido por los dioses del inframundo. Por tanto es una conexión entre el pasado y el presente. Se abría tres veces al año: era el “mundus patet”. Era el momento en que los vivos y los muertos contactaban. Su sentido no era espacial; era temporal.
La “arche” de la arqueología tiene mucho que ver con el “a priori histórico” de Foucault (1926-1984). La idea sería que cuanto más estudiamos el pasado, más nos cuesta acercarnos a él. Por ejemplo, la canonización de Dante hace cada vez más difícil estudiar directamente a Dante. O el caso de la mayor parte de las lenguas: hay un consenso en su origen indoeuropeo, pero cada vez más se consolida la idea de que no se puede saber si hubo un espacio propio o si ni siquiera existió como idioma. El indoeuropeo no se puede reconstruir pero se puede intuir desde la gramática comparativa.
Capítulo 2
La antropogénesis –el momento de paso del ser primate al ser humano- es otro ejemplo de a priori histórico. Sabemos que está directamente vinculado al lenguaje pero nunca sabremos con certeza dónde ni cuándo ni si hubo un solo dónde y cuándo. Además, el hombre siempre está en el acto de convertirse en ser humano o dejar de serlo. Para Platón, la filosofía es la historia de cuando el hombre aún no era hombre. Y la historia nos muestra momentos de esa permanencia de la inhumanidad constitutiva (Auschwitz) e incluso de su capacidad para deshumanizar a otros. En las universidades se asume la filosofía como una disciplina definida y acabada pero, muy al contrario, carece de un ámbito concreto. Más que disciplina se trata de una intensidad que se puede aplicar a cualquier ámbito.
Platón y Aristóteles son considerados los primeros gramáticos. Platón divide el lenguaje en las palabras y el logos. Aristóteles se refiere a las cosas que se pueden decir sin conectarlas con nada y el hecho que se produce cuando hablamos. Aparece así la idea del paso de la potencia al acto. En el lenguaje, ese salto aún no se ha podido explicar.
La lengua existe y es tan habitual que se nos olvida pensar que fue construida, y sin lengua no habría cultura humana. Los animales tienen un lenguaje pero no lo han constituido como lengua, nunca ha sido la piedra angular de la existencia de ninguna otra especie. En la antropogénesis, el humano ha de pasar de la transmisión endosomática, propia de cualquier animal, a la exosomática, histórica. En este proceso se escinde la palabra de la lengua y, por su naturaleza histórica, se trata de un proceso inacabado. Los planteamientos filosóficos de la lengua se ven claramente en conceptos como el de “sustantivo” que hace referencia al concepto aristotélico de sustancia.
Capítulo 3
Aristóteles señala que el lenguaje animal permite manifestar el placer y el dolor mientras que el lenguaje humano permite hablar de lo que es justo e injusto, lo que es el bien y lo que es el mal. En Platón, la transición de la oralidad a la escritura es muy reciente pero está plenamente asumida.
Los análisis modernos en fonología han cambiado. Las bases de la articulación (labiales, dentales, velares,..) han sufrido el revés de la evidencia de que cuando alguien sufre una lesión que le impide la articulación estándar, consigue pronunciar el sonido de una manera diferente. Así se pasa a una nueva fonética basada no en los órganos sino en la onda acústica con el descubrimiento de su continuidad (no se puede detectar la separación entre letras). El siguiente paso es hacia la fonología. El sonido no está en la palabra, está en cómo se articula el logos.
Capítulo 4
Sobre la arqueología del orden. En italiano utiliza la palabra ‘comando’ que, a efectos prácticos, se ha traducido por ‘orden’ en el sentido de prescripción que se ha de obedecer. En griego ἀρχή significa origen y también orden. Tiene sentido porque lo que es primero también es lo que ordena. Los rabinos de Alejandría tradujeron del hebreo al griego el génesis: “Al principio, Dios creó el cielo y la tierra.” Según ellos lo hizo con un verbo en imperativo. Para San Juan el Evangelio comienza con “En el principio fue el logos” Agambén sugiere “En el orden fue el logos”. Le parece más claro porque en nuestra cultura el orden es quien manda: el origen determina una evolución ordenada. El ἀρχή no desaparece al crearse; permanece y ordena. Por tanto, el origen no deja nunca de comenzar. Esta sería una de las ideas de Heidegger (1889-1976).
En cambio, Schürman plantea una separación de los conceptos de orden y origen dentro de la ἀρχή. Por su parte, Derrida (1930-2004) también separa los conceptos y pone más énfasis en la parte del orden.
Agamben lamenta la ausencia de pensamiento occidental sobre el orden. En cambio, pone de manifiesto que sí se ha tratado el otro sentido del orden, la obediencia, como es el caso de La Boétie (1530-1563). Agambén interpreta a Boétie [1]en el sentido de que el poder se sustenta en la obediencia. Para Agambén cree que el poder acaba cuando acaba el orden, no la obediencia.
En ‘El estandarte’ de Lernet-Holenia, un general húngaro ordena un ataque pero sus tropas no le obedecen. El general se pregunta si puede seguir mandando. Entonces encuentra a otro regimiento al que ordena que haga cumplir las órdenes a las tropas díscolas. Decide mandar porque considera que si hay alguien que manda es que hay alguien que obedezca. Eso hace pensar en la Alemania comunista que cae cuando se deja de dar órdenes.
Sí hay alguna aproximación en Nietzsche y Heidegger. Para Nietzsche la voluntad es la manifestación del orden pero poco más. Así a Agamben no le queda más remedio que buscar en Aristóteles y su idea del logos apofántico, es decir, el lenguaje revelador a partir de sentencias sobre las que se puede predicar que son verdaderas o falsas. Este tipo de logos suele expresarse en indicativo. Un tipo de lenguaje no apofántico serían las oraciones (en el sentido religioso) y el orden. Lo malo es que, a Aristóteles, no le parece necesario profundizar en este lenguaje no apofántico con lo que la mitad del lenguaje (oraciones, orden, narración, amenaza, pregunta, respuesta,…), queda sin analizar. Por tanto, toda la reflexión filosófica se centra en lo que puede ser verdadero o falso y así queda determinado el devenir de la lógica occidental. Por eso nos parece que toda la conciencia se ha de articular en torno a esa bivalencia[2]. En resumen, el orden es un logos apofántico que queda excluido de la reflexión filosófica que a su vez se limita a lo que se puede validar como verdadero o falso. Las pocas reflexiones filosóficas del siglo XX sobre el lenguaje no apofántico han intentado sistematizarlo en el modo indicativo. Transformarlo en lugar de definirlo.
Volviendo a las reflexiones de los gramáticos antiguos sobre el imperativo hay que destacar dos aspectos: 1) que es una forma verbal que carece de primera persona (lo que contradice la postura de Nietzsche de que uno se manda a sí mismo y la idea de muchos demócratas que piensan lo mismo)
2) que hay una correspondencia morfológica entre el vocativo y el imperativo: el imperativo interpela a una segunda persona
¿Qué es pues una orden? Una orden es válida independientemente de si acaba ejecutándose o no. Es pues un enunciado lingüístico sin repercusión en el mundo real. Jurídicamente puede tener sentido en cuanto a la obligación del otro pero no en el mundo de la lógica o del lenguaje. Lingüísticamente, se observa la coincidencia indoeuropea formal entre el tema verbal y el imperativo[3]. Meillet sugiere que el imperativo sería la forma verbal original. Su discípulo Beneviste cree que no es un tiempo verbal sino una especie de forma derivada desnuda con una entonación concreta. Sea como sea, hay mucha relación entre orden y el imperativo de Dios creando el mundo.
En resumen la forma ‘ser’ en griego presenta dos ontologías:
ἔστι (presente de indicativo) es una afirmación apofántica, una constatación de la relación entre el lenguaje y el mundo. El mundo se afirma. Es el terreno de la ciencia, de la filosofía, del pensamiento.
ἔστι (forma imperativa) la relación es ordenada y se manifiesta en el imperativo. Es el terreno de la religión, el derecho, la magia.
La religión, lingüísticamente, es un intento de construir el universo a partir del imperativo. En todas las lenguas se interpela a Dios en imperativo. El derecho se basa en normas imperativas, como en la Ley de las doce tablas en que todo está escrito en imperativo. La magia, ahora aparentemente poco importante pero determinante en el pasado, también se formulaba en imperativo. El Islam está basado en el imperativo. E incluso la economía se basa en el orden y en el deber, en el deber y en la culpa, en la culpa y la deuda, términos todos entrelazados.
Flusser, un historiador de las religiones no conseguía definir el concepto de fe (πίστις). Un día, estando en Atenas se fijó en un cartel en la fachada de un banco: Τράπεζα Πίστεως lo cual significa Banco de Crédito. Se dio cuenta que πίστις significaba crédito. La fe es el crédito que se le da a la palabra de Dios y la deuda que ello implica. La deuda y el crédito son la esencia de la secularización occidental de la fe cristiana.
Creemos vivir en una sociedad del conocimiento, de lo verdadero y lo falso, pero vivimos en una sociedad del orden. Recibimos órdenes desde la mañana hasta la noche. Cuando pulsamos una tecla en un ordenador nos creemos libres pero estamos obedeciendo a la lógica de quien diseñó el dispositivo. Pensemos en todos los mensajes en que ‘por razón de seguridad’ nos conminan a hacer o no hacer algo. La forma es de sugerencia pero en realidad son órdenes, consejos en indicativo. La historia de Occidente es el cruce de la dimensión de aquello en que creemos vivir y aquello en que vivimos.
[1] Atención a Le Boétie. Con 18 años publica el Discurso sobre la servidumbre voluntaria que es un precursor de la idea del contrato social. Al leer el documento, Montaigne desea conocer a su autor y de ahí nace una de las amistades más celebres de la historia. Le Boétie morirá en la peste de 1563 a los 32 años.
[3] A mi entender, un ejemplo sería COMEr. El tema verbal, la raíz que no cambia, coincide con el imperativo: COME (MENJAr / MENJA | EAT / EAT)
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