El Espectador (1) de José
Ortega y Gasset
Colección El Arquero
El espectador tomo I
Ediciones de la Revista
de Occidente
Primera edición: 1916
Cuarta edición en El
Arquero: 1975
ISBN 84-292-1002-4
Propietaria anterior:
Conxa, Novembre 78
Contingut
Nota preliminar de
Gaulino Garagorri
[Prospecto de El
Espectador]
[Gratitud]
Confesiones de “El Espectador”:
Verdad y perspectiva
Nada “moderno” y muy “siglo
XX”
Leyendo el “Adolfo”,
libro de amor
Horizontes incendiados
[En toda guerra grande]
Los locos lo dicen
Cuando no hay alegría
Estética en el tranvía
La vida en torno (1911):
Tierras de Castilla
Tres cuadros del vino
Filosofía (1915):
Conciencia, objeto y las
tres dimensiones de este
Ensayos de crítica (1916):
Ideas sobre Pío Baroja
Apéndice (1910):
Pio Baroja: anatomía de
un alma dispersa
Molt recomable La estética en el tranvía. En
bona part del llibre s’analitza l’obra de Baroja la qual cosa, segons els
interessos del lector pot ser positiu o avorrit.
Moments a destacar:
“La virtud de emocionarse
delicadamente es, por ejemplo, una de las cosas más altas que se pueda
imaginar; pero en la mecánica que hoy rige las sociedades humanas sólo es útil
para sucumbir.” (pàg. 104)
“Tenemos que
inmoralizarnos. El tiempo de la escuela ha pasado ya; ahora hay que vivir.”
(pàg. 126 citant a Pio Baroja en El tablado de Arlequín”)
“La historia de Sor
Maravillas era tragicómica.
Había ido al convento de niña con su tía, que era
la superiora, y de oír a todas las monjas que la vida de claustro era la mejor,
decidió profesar. Al comunicárselo a su tía la superiora, ésta dijo que no, que
antes su sobrina tenía que ver el mundo y sus grandezas y sus complicaciones, y
un día de agosto sacaron a la muchacha del convento en compañía de la señora
Benita y la hicieron dar una vuelta por el pueblo desierto, polvoriento,
abrasado por el calor. Sor Maravillas volvió deprisa al convento diciendo que
el mundo no le ilusionaba" (pàg. 139 citant a Pio Baroja en Los
recursos de la astucia.)
Sobre Espanya: “Como dice
un amigo mío, lo que ha pasado aquí es que nos hemos empeñado en tocar
malagueñas con orquesta”. (pàg. 160)
“Don Francisco Codera me
suspendió en árabe: la culpa fue de Diana” (pàg. 178. En la mateixa página una fantástica
–strictu sensu- descripció de Valle-Inclán i de la seva quixotesca trovada amb
Ramiro de Maeztu)
“Lo grave consistía en
que Valle-Inclán, sin inmutarse, tranquilamente y, lo que es aún peor, con
algunas razones de estética sostenía que Echegaray era un pésimo escritor.
Hacia 1900 esto valía, poco más o menos, lo que una conmoción cósmica. El
español que lo escuchaba sentía vacilar los goznes del universo, agrietarse el
firmamento, bailotear los astros mayores y amenazar ruina el reloj de la Puerta
del Sol. Esto último era fatal, porque esa torre representaba el centro de
España y de su firmeza dependía la seguridad nacional.” (pàg. 179)
Respecte a la generació
del 98. “En esto coincidían todos; todos
poseían la conciencia de que una España fuerte no podía salir por evolución
normal de la vieja España” . (pàg. 182)
“Baroja odia la crueldad
organizada, pero ama la crueldad espontánea y original”. (pag. 187)
Referint-se a El árbol de
la ciencia de Baroja: “En la 89: El amante de Pura, además de un acreditado imbécil,
fabricante de chistes estúpidos, como la mayoría de los del gremio
(saineteros), era un granuja dispuesto a llevarse todo lo que veía.” (pag. 192)
“Piénsese ahora en lo que
habrá dentro de las almitas de vidrio que llevan los niños. Apenas si
distinguen unas cosas de otras. Como decía Goethe: “las cosas son diferencias
que nosotros ponemos”. Los niños no han tenido tiempo de poner muchas y las que
ha puesto son poco profundas, son surcos imperceptibles, como esas arrugas que
suelen modelar suavísimamente la piel verde de los quietos estanques. Llevan
los niños apenas conceptos, naciones, ideas de las cosas. Sus pasiones
vaporosas e inquietas toman formas mudables, como las nubes que Hamlet mostraba
a Polonio; pues bien: lo que los niños llaman cosas son en realidad las
siluetas fugitivas que se van dibujando en sus pasiones. Por esto los niños dan
gritos de avecilla corriendo por el sol de los jardines. ¿A qué más? Gritos
inarticulados. La articulación es necesaria a la palabra, a fin de aprisionar
el contorno preciso y estable de los conceptos, de las imágenes exactas y
complejas; mas para expresar una explosión de alegría o de la amargura donde el
motivo, la causa son informes y sin interés, donde lo importante –la realidad
interna- es la conmoción del alma toda, lo subjetivo, basta con un grito.
El lenguaje de los niños,
y en general el de la pasión, es otra forma extrema del lenguaje en que la
palabra, que aún casi no lo es, expresa un mínimo de idea y un máximo de
afectividad. Esto es la interjección, o sea el término técnico de las
pasiones.(…)
Toda palabra tiene, pues,
dos polos, dos direcciones. Una de estas la empuja a expresar puramente una
idea; la otra tira de ella hacia atrás y la induce a expresar puramente un
estado pasional. En cada momento lo que cada palabra expresa es un compromiso
entre ambas tendencias.” (pàg. 195-196)
“La abundancia de
improperios es el síntoma de la regresión de un vocabulario hacia su infancia
o, cuando menos, de una puericia persistente y que se inyecta en el léxico de
las personas mayores.” (pàg. 197)
“Mi amigo se llama Juan
Español. No posee grande entendimiento, administra una moralidad reducidísima,
no se conmueve ante una obra de arte, es incapaz de heroísmo, va viviendo hacia
la muerte como una piedra hacia el centro de la tierra. (pàg. 199)
“-Pero ¿qué quiere usted
ser, señor Max Funke? –le pregunté”
Y él:
-Explorador del Tibet,
señor doctor. (…)
Hoy leo con frecuencia en
la Frankfurter Zeitung artículos de Max Funke sobre asuntos del Tibet (…)
Max Funke valía para muy
poco; acaso valía sólo para ir una vez al Tibet.” (pàg. 214-215)
Referint-se al Tristan: “Paralelo
a ella, pero reptando sobre la tierra, se desenvuelve la literatura del pueblo
ínfimo. Son las consejas, son las burlas y las farsas, son los motes, fábulas y
cuentos equívocos. Muy típicas son las Danzas de la Muerte. La Muerte, la amiga
de Sancho, es la vengadora de los pequeños, simples y mal dotados, la
demócrata. Y el cantor villano, harto de angustias, dolido de muchas faenas,
socarrón y maligno, conduce a la Muerte las altas clases sociales. “ (pág. 220)