Quim Monzó La Vanguardia 22/12/2011
La raíz de la violencia
No puede ser que, en Nochebuena, sigamos incitando a los niños a la agresión
Ya podéis empezar a despediros del ritual del tió tal como lo hemos conocido hasta ahora porque es una tradición que o cambia radicalmente de método o tiene los días contados. Ya años atrás se había ido detectando una corriente de opinión contraria. No es coherente –dicen– acoger en casa a un tió desde el inicio del adviento, e ir alimentándolo, y tapando con una mantita, para, de sopetón, al llegar la nochebuena, cambiar totalmente de actitud y empezar a golpearlo sin piedad, en un linchamiento instigado por los adultos, que animan a la chiquillería con gritos de "va, dale fuerte!" mientras todos juntos gritan, más que cantan: "Caga, tió, tió de Nadal...!"
Sophia Blasco, que se define como "asesora y coach personal", tiene un blog muy interesante donde días atrás explicó porque esa costumbre es nefasta. La reflexión lleva por título "El tió de Nadal y la violencia doméstica" y detalla que los niños no entienden cómo, tras haberlo cuidado, de repente tienen que empezar a maltratarlo. Dice Sophia Blasco: "Tenemos que resituar la tradición del tió de Nadal que, al descontextualizarla, hemos transformado en un acto de violencia doméstica". Poca broma: el tió, ¡"un acto de violencia doméstica!". Ya podéis reír los que os burláis de esas prevenciones, pero, si educadores de medio mundo abogan por prohibir videojuegos agresivos y películas de Disney porque despiertan la maldad de los niños, no puede ser que en este rincón del planeta sigamos incitando a los niños a agredir a un ser –vegetal, sí, pero ser– que hasta el día antes era uno más de la familia. Y ¿para qué? Pues para que nos dé (vía defecatoria) lo que lleva encima. A eso se le llama robo con agresión. Desde los ojos de un niño, la lección es clara: con violencia puedes conseguir lo que quieras y ni siquiera hace falta que te frene el hecho de que compartas techo con la persona que agredes. Llegados a este punto, podemos preguntarnos cuántos delincuentes han acabado por el mal camino por las lecciones erróneas de unos padres que los instaban a apalear con fuerza al tió: "Va, ¡más fuerte todavía!, que, si no, no cagará...".
Entonces, en Navidad, ¿qué hay que hacer con el tió si varearlo es el embrión de una violencia futura? Sophia Blasco lo tiene claro: "Podemos animarlo a que nos regale, acariciándolo, cantándole y dándole unos golpecitos suaves". Me gustaría, lectores, que tomásemos conciencia de nuestro aberrante comportamiento actual y que, este sábado, nochebuena, explicaseis a vuestros hijos que, de ahora en adelante, en vez de apalear al tió, lo que haréis será acariciarlo y hacerle carantoñas. Si os miran con cara de pensar "mis padres se han vuelto locos", no hagáis ni caso y dad gracias al cielo por haberos hecho tomar conciencia de que esa es la forma de que, de adultos, no se conviertan en maltratadores domésticos de esos que salen en las noticias de la tele.
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