Quim Monzó
Magazine 16/11/2014
(...)
Hoy ya no basta darse un par de besos (y no digamos la mano). Hoy hay que dar saltitos de alegría aunque a la persona con la que te encuentras la vieses ayer mismo, en clase, como pasa con estas cuatro chicas que brincan y se abrazan a la puerta de la escuela salesiana a la que entrarán en cuanto sean las nueve. Mientras se abrazan, por cierto, pasan la palma de la mano por la espalda de las otras, como si les diesen una friega. No me extraña que muchas tiendas de masajes hayan cerrado ya hace años. No fue por la crisis. Fue porque, suficiente y convenientemente friccionadas cada vez que se encuentran con una amiga o conocida, ¿para que necesitan luego un masajista?
Estas chicas que chillan y dan saltitos sólo porque se encuentran con alguien ¿qué hacen cuando se corren? Debe de ser un espectáculo circense. De aquí a un mes, en Nochebuena, cuando abran los regalos que Papá Noel les habrá dejado a los pies del árbol, confío en que, para demostrar su sorpresa y su alegría, abran la puerta del balcón y, entre exclamaciones de regocijo, se tiren a la calle de un saltito. Sería lo suyo.
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