EL
PAIS 28/03/2016
"No siempre tuvimos estos horarios", explica la doctora en
Psicología Social Sara Berbel, "las referencias recogidas, por
ejemplo, en las novelas de Pardo Bazán evidencian que antiguamente en España
- especialmente en el campo donde no había llegado la industrialización -
se comía a las 12.30 o 13.00". Tampoco es una cuestión del clima, pues
países como Grecia, Italia o Portugal no tienen esta distribución.
Para entender
los motivos hay que remontarse al final de la Segunda Guerra Mundial y la
situación histórica específica de España: la dictadura de Franco. "Durante
la época de industrialización los países europeos habían adoptado unas jornadas
laborales larguísimas y muy rígidas, pero tras la guerra todos vieron que esto
no era factible y que debían cambiarlo", señala Berbel, "nuestro país
entró entonces en una dictadura y todo ese proceso modernizador se paralizó. Es
por ello por lo que seguimos teniendo los horarios menos flexibles de
Europa".
Berbel recuerda además que la jornada partida, una de las señas
de identidad del sistema laboral español, tiene también su origen en ese
período: "Los hombres - que eran entonces quienes mayoritariamente
trabajaban - se vieron obligados, por la escasez económica, al pluriempleo. De
esta forma un trabajador de banca iba de 9.00 a 15.00 a la sucursal y por la
tarde, de 16.00 a 20.00, trabajaba en una gestoría". Una pauta que retrasó
el horario de las comidas - "la familia no cenaba hasta que él llegaba a
casa" - y que se ha perpetuado hasta llegar a nuestros días.
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