dissabte, 6 de juliol del 2019

Industrias y andanzas de Alfanhuí de Rafael Sánchez Ferlosio


Título: Industrias y andanzas de Alfanhuí
Autor: Rafael Sánchez Ferlosio
Año: 1951
Edición: David Roas
Editorial: Crítica
Colección: Clásicos y modernos  nº 22
Coordinación: Rebeca Martín y Xavier Tubau
Publicación: 2008
Páginas: 226
ISBN: 978-84-8432-933-6

“Cinco muchachos estaban alrededor del fuego, de pie, con las manos en los bolsillos. Se acercó a ellos y echó, como era costumbre en Guadalajara, un palito en las llamas, para poder participar del fuego. Alfanhuí creyó que le iban a saludar, pero tan solo le hicieron sitio y siguieron hablando de cosas raras.” (páginas 140-141)

“Sobre el aparador había una caja de lata, en la que estaba pintado Los Borrachos, de Velázquez, y que había tenido carne de membrillo, pero ahora servía para los botones. Daba muchos sustos a los forasteros, porque al rato de cerrarla, sonaba un golpe cuando la lámina de la tapadera se desabollaba de nuevo y volvía por sí sola a su ser.” (página 151)

“Una gitana se acercó también a don Zana y Alfanhuí, y les tendió la pandereta. Don Zana le dijo:
-El arte no se paga, chica.” (página 156)

“Sobre un montón de trapos, una perra chiquita daba de mamar a sus cachorros y los lamía y los relamía.” (página 157)

“El jardín no tenía árboles pero sí muchas flores cultivadas en botes de conserva y en cubos viejos, junto a la pared.” (página 157)

“Nunca sacaban a nadie por la puerta, aunque pudieran, siempre lo hacían por las ventanas y por los balcones, porque lo importante para vencer era la espectacularidad. Bombero hubo que, en su celo, subió a la joven del primer piso, hasta el quinto, para salvarla desde allí.
En cada piso había siempre una joven. Todos los demás vecinos salían de la casa antes de llegar los bomberos. Pero las jóvenes tenían que quedarse para ser salvadas. Era la ofrenda sagrada que hacía el pueblo a sus héroes, porque no hay héroe sin dama. Cuando llegaba la hora del fuego, toda joven conocía su deber. Mientras los demás huían aprisa con los enseres, ellas se levantaban lentas y trágicas, dando tiempo a las llamas, quitaban de su rostro las pinturas y los afeites, soltaban las largas cabelleras, se desnudaban y se ponían el blanco camisón. Salían por fin, solemnes y magníficas, a gritar y a bracear en los balcones.
Así lo vio Alfanhuí aquel día, así sucedía siempre que había fuego. Sucedía siempre lo mismo porque era un tiempo de orden y de respeto y de buenas costumbres.” (página 163)

“Oye, yo sé muy bien tus historias; cuando nadie se acuerde las sabré yo sola y no se las contaré a nadie.” (página 177)

“La abuela sacaba su manojo de llaves y metía una en su arca. Sonaba la cerradura. La abuela destapaba el arca y las bisagras rechinaban. La abuela sacaba algo y lo pasaba a otra arca. Sonaba ese algo y la segunda cerradura. De cada arca salía una vaga luz, queda y fosforescente, de un color verdoso o azul, o rosa, o blanco. Así empezaba a ir la abuela de arca en arca, sacando y metiendo, abriendo y cerrando.” (página 200)

“A la tercera vez, se levantó una sombra en forma de buey, del cuerpo de «Caronglo», la sombra que «Caronglo» dejaba en el suelo cuando vivía, y se puso en pie. Alfanhuí se apartó. La sombra de  «Caronglo» echó  a  andar  rodeada  por  todos  los  bueyes  que  seguían cantándole el funeral, monótono como una salmodia. Todos se encaminaron hacia  el  río  y Alfanhuí  les  seguía.  Iban  lentamente,  al  compás  de  los largos mugidos. «Pinzón» iba el primero, delante de la sombra, y los otros, a  los  lados  y  detrás.  Al  fin  llegaron  a  la  ribera  y  se  detuvieron.  Callaron un  momento  y  reemprendieron  el  cántico  en  otro  tono.  Luego, «Pinzón» se hizo a un lado y la sombra de «Caronglo» avanzó hacia las  aguas. Los bueyes se quedaron en la orilla mientras «Caronglo» se internaba en el río, lentamente.  El  agua  le fue llegando  por las  rodillas, por el  vientre, por el pecho. La sombra de «Caronglo» avanzaba y se hundía en el río. La corriente empezaba a llevarle.” (páginas 204-205)

“Por Medina del Campo pasan todos los caminos. Ella está como una ancha señora sentada en medio de la meseta; ella extiende sus faldas por la llanura. Sobre la rica tela, se dibujan los campos y los caminos, se bordan las ciudades.” (página 207)

Libro raro. El lector de novelas que espera una trama ya puede ir olvidándose de Alfanhuí. El que busque picaresca la encontrará en la crítica, pero creo que no la verá en las páginas de Ferlosio. También he de admitir que sigo sin encontrarla en el Lazarillo, pero eso ya es un problema personal. Lo que sí vas a encontrar es un realismo mágico castellano y una riqueza de lenguaje casi inabordable.

Creo que se trata de una lectura que se ha de abordar con mucha tranquilidad. Lo más destacable es su aspecto descriptivo y encapsulado. No es una descripción de paisaje naturalista; en cada pequeño párrafo hay multitud de matices que constituyen el verdadero valor de la obra. Y cuando aceptas ese juego, el libro, desde este urbano siglo XXI, se convierte en una especie de arqueología que te hace reflexionar sobre cuándo fue la última vez que viste una perra sin dueño amamantar a sus cachorros o por qué los botes de conserva han dejado de dedicarse, en su segunda vida, a la noble labor de ser tiesto.

Reconozco alguna tentación de dejarlo a mitad de libro, pero al mismo tiempo se le ha de reconocer un algo hipnótico que surge cuando te pierdes en la intensidad de sus matices.

Sobre las correcciones del editor:
“El libro se llamaba «Petit Larousse Illustré».” (página 153)
Nota: Petit Larousse Illustré. He corregido el evidente error de la primera edición (Illustrée).

«Abbé Lazzaro Spallanzani.
(…)
Genève 1786»”
Nota: Lazzaro Spallanzani: fisiólogo italiano (…) He corregido también los errores ortográficos.

Pues no me parece demasiado bien. Quizá el autor tuviera la intención de no ser estricto con la realidad o vaya usted a saber. Si empezamos a corregir las jotas a Juan Ramón Jiménez a lo mejor perdemos algo. Me fastidian enormemente los errores de tipografía, -como por ejemplo “bajo las ssanciones establecidas” (página 227) pero creo que hemos de respetar, en lo posible, la fidelidad del texto.

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