Autor: Alberto Manguel
Traducción: Carmen Criado
Primera edición; Marzo 2011
Edición: Gobierno de Navarra
ISBN: 978-84-235-3260-5
Pues, justo, ahora, escribiendo la ficha técnica, me entero que se trata de una serie de textos extraidos de La biblioteca de noche recopilados por el Gobierno de Navarra.
Poco a decir. Como cualquier libro de Alberto Manguel, es un placer su lectura, diría su lectura atomizada ya que puedes leer cualquier cacho o parte y, independientemente de su entorno, es un gozo. Un oasis en nuestra gilipollez cotidiana.
"Con la temeridad de la juventud, mientras mis amigos soñaban con hechos heroicos en el campo de la ingeniería o el derecho, las finanzas o la política nacional, yo soñaba con llegar a ser bibliotecario. La inercia y una mal reprimida afición a los viajes decidieron otra cosa. Hoy, sin embargo, cumplidos los cincuenta y seis años («la edad» —como afirma Dostoyevski en El idiota—, «a la cual puede decirse con razón que comienza la verdadera vida»), he vuelto a ese temprano ideal y, aunque no puedo decir que sea propiamente bibliotecario, vivo entre estanterías cada vez más numerosas cuyos límites comienzan a desdibujarse o a coincidir con los de mi casa. "
Solapa inicial. (Cita que, por cierto, no he encontrado en la edición del Gobierno de Navarra)
En la página 25 encontramos dos propuestas para reducir el volumen de la literatura a su esencia:
Por una parte Lewis Carroll en Silvia y Bruno propone encontrar el Minimo Común Múltiplo de los libros y así dejar solamente lo verdaderemante esencial borrando todo lo demas.
Por otra parte, en el siglo I un abogado proponía destruir todos los ejemplares de las obras que, habíendose presentado a un premio, no lo hubieran ganado.
En la página 26 habla de uno de los "dolorosos recursos" de muchos lectores: condenar a algunos libros a la segunda fila cuando ya no caben en las estanterías. La expresión "recurso doloroso" la encuentro totalmente acertada.
"Con el fin de compensar la deficiente planificación de la nueva biblioteca de San Francisco, en la que el arquitecto no había previsto espacio suficiente en las estanterías, los administradores sacaron cientos de miles de libros del depósito y los enviaron a un vertedero. Como los títulos se seleccionaban de acuerdo con el periodo de tiempo que habían permanecido en los estantes sin que ningún lector los solicitara, para salvar la mayor cantidad de libros posible unos cuantos bibliotecarios heroicos se introducían furtivamente entre las estanterías por la noche y estampaban en los volúmenes amenazados fechas de préstamo falsas."
Página 27.Esto me hace pensar que, con las nuevas tecnologías, hemos perdido -como usuarios- la noticia de cuantas veces ha sido leido el libro que hemos sacado de la biblioteca. Antes, el libro poseía una ficha con los lectores precedentes. Ese derecho nos ha sido arrebatado sin preguntarnos. Ahora, cuando cojo un libro, dudo sobre si habré sido el único lector.
En la página 40 hace una referencia a un tema sobre el que hace poco leí un artículo. Se refiere a que en la Enciclopedia, el sistema de referencias cruzadas vinculaba ANTROPOFAGIA con EUCARISTÍA. Cuando leí el artículo acudí a una versión on-line de la Enciclopedia y no consegui deleitarme con la citada vinculación.
"Colette, en uno de sus libros de memorias con los que se deleitaba escandalizando a sus lectores en los años treinta y cuarenta, cuenta la historia de los catálogos imaginarios compilados por su amigo Paul Masson, ex magistrado de las colonias y empleado de la Biblioteca Nacional, un excéntrico que puso fin a su vida junto al Rin, introduciéndose en la nariz un algodón empapado en éter y ahogándose en apenas treinta centímetros de agua después de perder el conocimiento. Según Colette, cuando Masson iba a visitarla en su villa a orillas del mar, se sacaba de los bolsillos un escritorio portátil, una estilográfica y un paquetito de fichas en blanco. «¿Qué haces?», le preguntó Colette un día. «Trabajar», le contestó él. «Hacer mi trabajo. Me han destinado a la sección de catalogación de la Biblioteca Nacional. Estoy haciendo un inventario de los títulos». «¡Ah! ¿Y puedes hacerlo de memoria?», le preguntó Colette maravillada. «¿De memoria? ¿Qué mérito tendría eso? Hago algo mejor. He comprobado que la Nacional es muy pobre en obras latinas e italianas del siglo XV», explicó Masson. «Hasta que el azar o la erudición vengan a llenar esos huecos, escribo los títulos de obras extremadamente interesantes que deberían haber sido escritas... Con ellos podrá salvarse al menos el prestigio del catálogo... » «¿Pero si los libros no existen...? » «¡Ah!», contestó Masson con un gesto frívolo-. «¡No esperarás que lo haga yo todo! »"
Pág 81 en el libro del Gobierno de Navarra y 369-370 en La biblioteca de noche de Alianza, 2007
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