Autor: José-Carlos Mainer
Editorial: Turner
Año: 2014
Colección: Historias
mínimas
Páginas: 273
ISBN: 978-84-15832-15-7
DIBA: 834.3”19”Mai
Índice
I ¿Otra historia de la
literatura?
II En los orígenes
III Crisis y cambios en
el siglo XIV
IV Humanismo y
universalidad (1500-1580)
V Hegemonía y decadencia
VI Bajo el signo del
reformismo ilustrado
VII El romanticismo
realista
VIII Entre la nación y la
modernidad
IX Después de 1939
Bibliografía
Índice y cronología de
los principales autores y obras
De las jarchas hasta la última literatura
¿Hablamos castellano o español?
¿Cuándo y cómo
se «inventó» la literatura española?
¿De qué habla La
Celestina: de amor, de sexo, de brujería o de poder?
¿Son tan diferentes los
relatos picarescos y la literatura piadosa del siglo xvi?
¿Dónde reside la
originalidad de Cervantes?
¿Fueron escritores
populares Lope y Quevedo?
¿Vale la pena volver a
leer a los ilustrados españoles del siglo xviii?
¿Son cosas opuestas el
romanticismo y el realismo?
¿Cuáles fueron las claves
del esplendor cultural de 1900-1939?
¿Hay una literatura
«de la transición» o «del desencanto»?
Para una crítica digna
del libro ver
“…toda tradición se
inventa, como recordó Eric Hobsbawn hace tiempo, y que toda comunidad tiene
mucho más de imaginada que de natural, como estableció Benedict Anderson.”
(pág. 15)
“fueron textos
provenzales los que utilizaban la exótica palabra [español] en los siglos XI y
XII, cuando –al parecer- nadie había reparado en la urgencia de un apelativo
común para las gentes peninsulares.” (pág. 21)
“…resulta revelador que
solamente en 1925 –en plena dictadura de Primo de Rivera- la Real Academia
cambiara el gentilicio de su Diccionario que solo desde entonces ha sido “de la
lengua española”.” (pág. 22)
“Fue otro escritor de su
tiempo, José Martínez Ruíz, Azorín, quien ganó más número de aficionados a los
clásicos españoles y quien convirtió páginas olvidadas en referencias de la
sensibilidad colectiva. Sus libros transformaron la percepción estética del
pasado literario: Lecturas españolas, Clásicos y modernos, Los valores
literarios, Al margen de los clásicos, Rivas y Larra, Los dos Luises y otros
ensayos…” (pág. 27)
"El propio Lucena, (...) se espantaba en su Epístola exhortatoria a las letras: alguien le había preguntado quiénes eran "santo Ficeto" y "doña Bisodia", por no entender el "santificetur" y el "dona nobis hodie" del padrenuestro latino, y el les había contestado que eran el pollino y el buey del nacimiento de Cristo." (pág. 66)
"[El Buscón] ...,debió de escribirse en torno a 1604 y, por tanto, cerca del modelo de Alemán y se difundió en manuscritos hasta su tardía publicación en 1626." (pág. 87)
"Eran patios abiertos [los corrales de comedias] (los cubrían unas lonas correderas, si el tiempo era inclemente),que no tuvieron asiento durante bastante tiempo y luego incorporaron simples bancos corridos. Estos acogían a los ruidosos "mosqueteros", porque las mujeres ocupaban las "cazuelas" de la parte de atrás y las personas de calidad alquilaban las balconadas. La moralidad no estaba muy segura en aquella promiscuidad invevitable, a las primeras horas de la tarde. Cuenta Juan Zabaleta que los espectadores espiaban los cambios de vestuario de las actrices, que se hacían debajo del tablado, y se sabe que quizá el éxito de las comedias con mujeres disfrazadas de hombres estribó en la posibilidad de admirar unas piernas femeninas hasta el inicio de las calzas acuchilladas." (pág. 94)
"A la muerte del "Fénix de los Ingenios" en 1635, el teatro nacional era una afición contra la que no pudieron las prohibiciones regias inspiradas por los moralistas (la más larga duró de 1644 a 1649, por las muertes sucesivas de la reina Isabel de Borbón y el príncipe Baltasar Carlos)." (pág. 100)
"Iriarte, Samaniego y Nicolás Moratín compartieron también la misma afición por la poesía escatológica y picante, una pasión que ha de verse como una consciente afirmación de la autonomía de la naturaleza y también, a menudo, como una manifestación de anticlericalismo militante. Lo primero es más visible en el divertido Arte de las putas, de Moratín; lo segundo llegó a su cumbre con el Samaniego de El jardín de Venus. Había leido con provecho las Fábulas libertinas de La Fontaine y pobló sus poemas de rijosos frailes jerónimos, tontos maridos engañados, beatas insaciables, inocentes jovencitos bien provistos y legos onanistas. Incluso el sesudo Jovellanos consignó en sus diarios cómo rio a mandíbula batiente al oír recitar a Samaniego su descripción del cenobio carmelita del desierto bilbaíno, en 1791." (pág. 124-125)
"El propio Lucena, (...) se espantaba en su Epístola exhortatoria a las letras: alguien le había preguntado quiénes eran "santo Ficeto" y "doña Bisodia", por no entender el "santificetur" y el "dona nobis hodie" del padrenuestro latino, y el les había contestado que eran el pollino y el buey del nacimiento de Cristo." (pág. 66)
"[El Buscón] ...,debió de escribirse en torno a 1604 y, por tanto, cerca del modelo de Alemán y se difundió en manuscritos hasta su tardía publicación en 1626." (pág. 87)
"Eran patios abiertos [los corrales de comedias] (los cubrían unas lonas correderas, si el tiempo era inclemente),que no tuvieron asiento durante bastante tiempo y luego incorporaron simples bancos corridos. Estos acogían a los ruidosos "mosqueteros", porque las mujeres ocupaban las "cazuelas" de la parte de atrás y las personas de calidad alquilaban las balconadas. La moralidad no estaba muy segura en aquella promiscuidad invevitable, a las primeras horas de la tarde. Cuenta Juan Zabaleta que los espectadores espiaban los cambios de vestuario de las actrices, que se hacían debajo del tablado, y se sabe que quizá el éxito de las comedias con mujeres disfrazadas de hombres estribó en la posibilidad de admirar unas piernas femeninas hasta el inicio de las calzas acuchilladas." (pág. 94)
"A la muerte del "Fénix de los Ingenios" en 1635, el teatro nacional era una afición contra la que no pudieron las prohibiciones regias inspiradas por los moralistas (la más larga duró de 1644 a 1649, por las muertes sucesivas de la reina Isabel de Borbón y el príncipe Baltasar Carlos)." (pág. 100)
"Iriarte, Samaniego y Nicolás Moratín compartieron también la misma afición por la poesía escatológica y picante, una pasión que ha de verse como una consciente afirmación de la autonomía de la naturaleza y también, a menudo, como una manifestación de anticlericalismo militante. Lo primero es más visible en el divertido Arte de las putas, de Moratín; lo segundo llegó a su cumbre con el Samaniego de El jardín de Venus. Había leido con provecho las Fábulas libertinas de La Fontaine y pobló sus poemas de rijosos frailes jerónimos, tontos maridos engañados, beatas insaciables, inocentes jovencitos bien provistos y legos onanistas. Incluso el sesudo Jovellanos consignó en sus diarios cómo rio a mandíbula batiente al oír recitar a Samaniego su descripción del cenobio carmelita del desierto bilbaíno, en 1791." (pág. 124-125)