Traducción al castellano del artículo de Simon Jenkins en The Guardian con fecha 01/05/2020
“Courtesy of Guardian News & Media Ltd”.
Why can I visit a DIY shop but not a museum? This total lockdown is failing
Simon Jenkins
¿Por qué puedo visitar una tienda de bricolaje pero no un museo? Este cierre total está fallando.
Deberíamos centrarnos en las áreas en que la infección es más probable y liberar el campo, los parques infantiles y los pubs al aire libre.
Una mujer sentada en un banco junto al Támesis. Dos policías llegan y le dicen que se levante. Dos chicos se quitan las camisetas en Holland Park. Se les dice que se las vuelvan a poner. Un policía grita a dos chicas en bikini en Primrose Hill que se vistan. ¿Cómo se atreven a divertirse?
Puedes ir como las sardinas en el metro de Londres pero no puedes escalar una montaña galesa. Puedes ir en coche a un sendero pero solo si la caminata supera la distancia recorrida en coche. Michael Gove (1) te permite una salida de ‘sólo una hora’.
El problema con los recortes oficiales de las libertades personales es que degeneran en un autoritarismo idiota. Las normas acaban siendo incluso más quisquillosas porque sus ejecutores consideran el mero divertimento como un abuso. El mandato de Gove es como el Cuento de la Criada sino como Oliver Cromwell. Las últimas leyes beatas están diciendo a las mujeres como vestirse, prohibiendo los paseos, los pubs, los juegos, los deportes y las celebraciones de festivales. Para el poder desenfrenado, la única actividad legal es la necesaria para la seguridad del estado.
Es el placer realmente innecesario y la felicidad una amenaza? Esta semana, el canal 4 de la BBC ofreció un documental sobre una exhibición del Joven Rembrandt en Oxford, narrado por Simon Schama, me dejó maravillado al mismo tiempo que aturdido. ¿Por qué me puedo apiñar en un supermercado de Oxford y no puedo hacerlo en el Museo Ashmolean? ¿Por qué la gente se fía de que se mantenga la distancia social en una tienda de bricolaje pero no en un centro de jardinería o en un National Trust Park (2). Mi almacén de herramientas puede vender desde su puerta principal y en cambio mi pub no puede.
Solo el tiempo dirá qué forma de afrontar el coronavirus ha sido la correcta y qué medidas gubernamentales de combatirlo fueron más efectivas. Por desesperación todos nos hemos convertido en obsesos de la estadística e intentamos ser objetivos. Estoy con los suecos Johan Giesecke y Anders Tegnell (y con Boris Johnson en su primera aproximación) y contra el británico Neil Ferguson (y la posición actual de Boris Johnson). La primera parecía reflejar sentido común y una actitud científica. La segunda sigue un dogma matemático y los peores escenarios. Las actuales 244 muertes suecas por millón son bastante mejores que las 384 británicas.
También me siento atraído por el inquietante análisis del geógrafo de Oxford Danny Dorling que sugiere que no solo el pico del coronavirus ha tenido lugar a mediados de abril sino que además sigue una trayectoria similar en todas partes independientemente de las políticas y, probablemente, con similares tasas de mortalidad. La gran diferencia serían los daños colaterales por las diferentes formas del confinamiento.
Como los científicos suecos han señalado, este es un virus muy peculiar en el que su abrumador –pero poco publicitado- impacto se centra en agravar las enfermedades preexistentes en los ancianos. Esto supone entre un 80% y un 90% de las muertes. Muchos ancianos han sido ya confinados en residencias y hospitales. Tendría, por tanto, más sentido dirigir las energías a protegerlos y tratar de curarlos. Pero mientras los británicos jugaban al Cuento de la Criada, estaban abandonando las residencias a su propia suerte hasta extremos espeluznantes en los casos que yo conozco.
Para muchos, -niños, jóvenes, incluso gente de mediana edad- el riesgo de muerte, aunque trágico, es estadísticamente mínimo. Los países que han confiado en que la gente observe la distancia de forma voluntaria no han experimentado excesivas diferencias respecto a los países cuyas medidas han sido más draconianas. Las víctimas suecas han sido muy espectaculares en las ya cerradas residencias pero no en la población en general. Lo mismo que en la muy voluntariosa Alemania.
Puedo aceptar que, con una enfermedad desconocida y letal, se deba aplicar algún principio de precaución. Pero incluso entonces, tendría sentido relativizar el confinamiento a su riesgo, por lo menos para minimizar el daño a la salud física y mental de la nación en un sentido amplio y no exclusivamente relacionado con la COVID-19. Un confinamiento exclusivo a medida destroza el concepto de priorización. De ahí que ahora se estén prediciendo 18.000 posibles muertes extra por cáncer.
La carencia británica –única en Europa- de involucrar a los gobiernos locales en las decisiones del cierre o de las medidas de recuperación ha sido claramente un error. Ha supuesto retrasos en el abastecimiento de equipos de protección, de tests y de seguimientos. Recurrir al ejército en lugar de recurrir a los ayuntamientos y funcionarios ha sido un error garrafal. Esto impedirá claramente una fácil gestión del cierre. Aún no veo una razón fundamentada para mantener las escuelas cerradas más allá de la cortedad del dogma de Downing Street.
La misma talla nunca sirve para todo el mundo. Puesto que la COVID-19 es selectiva también ha de serlo la salida. Se sabe que el riesgo de infección es mayor en las ciudades que en cualquier otro sitio. Por tanto, liberad los pueblos y el campo. El riesgo es mayor en los lugares cerrados, así que liberad el comercio a cielo abierto. El riesgo es mayor para los ancianos, por tanto dejad de fastidiar las actividades sociales y económicas de los jóvenes. Si habéis permitido el acceso al metro y a los supermercados –lugares de alto riesgo- ¿por qué no permitir el acceso a los jardines infantiles, caminos públicos, pubs exteriores o iglesias locales de mucho menos riesgo?
Si realmente hay un segundo pico –y siempre hay un riesgo- entonces deberíamos actuar como los alemanes y encararlo cuando ocurra. Mientras, no tiene sentido arriesgar la vida y las formas de supervivencia con cierres prolongados: eso es una certeza.
El Reino Unido no ha sido muy excepcional, excepto por cuanto hace a su rechazo a informar y debatir con el público sobre el cierre. Se ha comportado como un burócrata centralista a la vieja usanza, con ministros y funcionarios soltando eslóganes y dando órdenes. ¿Qué pasa con el gobierno? ¿Por qué no podemos sentarnos en un banco?
Simon Jenkins es un columnista en The Guardian
(1) Michel Gove es el ministro del Cabinet Office, algo así como un ‘departamento de soporte al primer ministro’.
(2) La National Trust Park es una organización que conserva y cuida edificios así como zonas de especial belleza.
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