Títol: Ensayos I (Essais)
Any: 1572-1588
Autor: Michel de Montaigne
Edició: María Dolores Picazo
Traducció: Almudena Montojo
Editorial: Cátedra. Letras Universales nº 35
Undècima edició, 2012
Montaigne es "tanca" a escriure els seus assaigs el 1571. Es l'any de la batalla de Lepanto en la que participa Cervantes (07 d'Octubre de 1571). Es el moment de Felip II a Espanya
Quan mor Montaigne el 1592, la seva amiga Marie de Gournay (amb 27 anys) amb l'ajut de Pierre Brach i amb els papers de la viuda de Montaigne va preparar una edició pòstuma dels Essais al 1595. Durant molts anys, fins finals del XIX, aquesta edició fou la canònica. A principis del segle XX, Fortunat Strovski, recupera l'edició del propi Montaigne del 1588. Aquesta edició, coneguda com l'edició de Burdeos es la que fa servir l'editorial Cátedra.
Índex:
Capítulo II. De la tristeza.
Capítulo III. Nuestros sentimientos van más allá de nosotros.
Capítulo IV. De cómo el alma descarga sus pasiones en objetos falsos cuando los verdaderos viénenle a faltar.
Capítulo V. De si el jefe de una plaza sitiada ha de salir a parlamento.
Capítulo VI. La peligrosa hora de los parlamentos
Capítulo VII. Júzguense nuestros actos por la intención.
Capítulo VIII. De la ociosidad.
Capítulo IX. De los mentirosos.
Capítulo X. Del hablar pronto o tardío.
Capítulo XI. De los pronósticos
Capítulo XII. De la constancia.
Capítulo XIII. Ceremonia en la entrevista de los reyes
Capítulo XIV. Que el gusto de los bienes y los males depende en gran parte de la idea que de ellos tenemos.
Capítulo XV. Somos castigados por empeñarnos en una plaza, sin razón.
Capítulo XVI. Del castigo a la cobardía.
Capítulo XVII. Un rasgo de algunos embajadores.
Capítulo XVIII. Del miedo.
Capítulo XIX. No se ha de juzgar nuestro destino hasta después de la muerte.
Capítulo XX. De cómo filosofar es aprender a morir.
Capítulo XXI. De la fuerza de la imaginación.
Capítulo XXII. El provecho de unos es perjuicio para otros.
Capítulo XXIII. De la costumbre y de cómo no se cambia fácilmente una ley recibida.
Capítulo XXIV. Distintos resultados de una misma decisión.
Capítulo XXV. Del magisterio.
Capítulo XXVI. De la educación de los hijos.
Capítulo XXVII. Es locura remitirnos a nuestra inteligencia para lo verdadero y lo falso.
Capítulo XXVIII. De la amistad.
Capítulo XXIX. Veintinueve sonetos de Étienne de la Boétie.
Capítulo XXX. De la moderación.
Capítulo XXXI. De los caníbales.
Capítulo XXXII. Se ha de tener prudencia al meterse a juzgar los designios divinos.
Capítulo XXXIII. De huir de los placeres a costa de la vida.
Capítulo XXXIV. Tópase a menudo el azar con el camino de la razón.
Capítulo XXXV. De un defecto de nuestra organización.
Capítulo XXXVI. De la costumbre del vestir.
Capítulo XXXVII. Del joven Catón.
Capítulo XXXVIII. De cómo lloramos y reímos por una misma cosa.
Capítulo XXXIX. De la soledad.
Capítulo XL. Consideración sobre Cicerón.
Capítulo XLI. De no ceder la gloria de uno.
Capítulo XLII. De la desigualdad que existe entre nosotros.
Capítulo XLIII. De las leyes suntuarias.
Capítulo XLIV. Del dormir.
Capítulo VL. De la batalla de Dreux.
Capítulo VLI. De los nombres.
Capítulo VLII. De la inseguridad de nuestro juicio.
Capítulo VLIII. De los destreros.
Capítulo VLIV. De las costumbres antiguas.
Capítulo L. De Demócrito y Heráclito.
Capítulo LI. De la vanidad de las palabras.
Capítulo LII. De la austeridad de los clásicos.
Capítulo LIII. De una frase de César.
Capítulo LIV. De las vanas sutilizas
Capítulo LV. De los olores.
Capítulo LVI. De las oraciones.
Capítulo LVII. De la edad.
(el text emprat pels comentaris és el de la Biblioteca Vitual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/ensayos-de-montaigne--0/html/fefb17e2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_157.html#I_7_ )
Capítulo I. Por distintos medios llégase a igual fin.
Sobre el setge de Weinsberg:
El emperador Conrado III, que tenía cercado a Guelfo, duque de Baviera, no quiso condescender a condiciones más suaves por más satisfacciones cobardes y viles que se le ofrecieron, que consentir solamente en que las damas nobles sitiadas que acompañaban al duque, salieran a pie con su honor salvo y con lo que pudieran llevar consigo. Estas, que tenían un corazón magnánimo quisieron echar sobre sus hombros a sus maridos, a sus hijos y al duque mismo; el emperador experimentó placer tanto de tal valentía que lloró de satisfacción y se amortiguó en él toda la terrible enemistad que había profesado al duque: De entonces en adelante trató con humanidad a su enemigo y a sus tropas.
Capítulo II. De la tristeza.
En aquest cas, és molt millor la traducció de Almudena Montojo: Y para mallor prueba de la imbecilidad humana...
A más de la mujer romana que murió por el goce que la ocasionó el regreso de su hijo de la derrota de Canas, Sófocles y Dionisio el Tirano fenecieron de placer; y Talva acabó sus días en Córcega, leyendo las nuevas de los honores que el senado romano le había tributado; en nuestro propio siglo al pontífice León X, habiéndosele notificado la tom de Milán, por él ardientemente deseada, le dominó al exceso de alegría, que le produjo una fiebre mortal. Y un testimonio más notable todavía de la debilidad humana, Diodoro el dialéctico, murió instantáneamente, dominado por una pasión extrema de vergüenza a causa de no encontrar un argumento hablando en público, con que confundir a su adversario.
Capítulo IV. De cómo el alma descarga sus pasiones en objetos falsos cuando los verdaderos viénenle a faltar.
Plutarco dice, refiriéndose a los que tienen cariño a los perrillos y a las monas, que la parte afectiva que existe en todos los humanos, falta de objeto adecuado, antes que permanecer ociosa se forja cualquiera, por frívolo que sea. Vemos pues, que nuestra alma antes se engaña a si misma enderezándose a un objeto frívolo o fantástico, indigno de su alteza, que permanece ociosa. Así los animales llevados de su furor, se revuelven contra la piedra o el hierro que los ha herido, y se vengan a dentelladas sobre su propio cuerpo, del daño que recibieron.
El filósofo Bión habla de un rey a quien la pena hizo arrancarse los cabellos; y añade bromeando: «Pensaba, acaso, que la calvicie aligera el dolor.» ¿Quién no ha visto mascar y tragar las cartas o los dados a muchos que perdieron en el juego su dinero? Jerjes azotó al mar, y escribió un cartel de desafío al monte Atos. Ciro ocupó todo un ejército durante varios días en vengarse del río Gindo, por el temor que había experimentado al cruzarlo. Calígula demolió una hermosa vivienda por el placer que su madre había en ella disfrutado.
Aquí refereix aquella cita d'August de "Varo, Varo, devuélveme mis estandartes.." També fa pensar en tots aquells de demanen a Déu el seu benefici en perjudici d'altres, com ara alguns futbolistes. Sembla interessant en aquest aspecte el llibre de F. Xavier Medina i Ricardo Sánchez Culturas en juego. Ensayos de antropología del deporte en España. Icaria 2003
César Augusto, habiendo sido sorprendido por una tormenta en el mar, desafió, al dios Neptuno, y en medio de la pompa de los juegos circenses, hizo que quitaran su imagen de la categoría que le pertenecía entre los demás dioses para vengarse de sus iras, en lo cual es menos excusable que los primeros, y menos aún cuando, habiendo perdido una batalla bajo el mando de Quintino Varo en Alemania, de desesperación y cólera golpeaba su cabeza contra la muralla, gritando: «Varo, devuélveme mil legiones!» Los primeros se dirigían al propio Dios o a la fortuna, como si ésta tuviera oídos para escucharlos, a ejemplo de los tracios que, cuando traería, o relampaguea, arrojan flechas al cielo para calmar las iras de la naturaleza.
Almudena Montojo tradueix un vers de Plutarco:
En modo alguno hemos de enfadarnos con las cosas;
Nada les importan nuestras iras.
El senado romano, guardador de las costumbres dignas de memoria, acusó tal práctica como enemiga de la antigua, que era, según los miembros de aquel cuerpo, combatir frente a frente, no valiéndose de sorpresas ni emboscadas nocturnas, ni de huidas aparentes y ataques inesperados, no dando comienzo a una guerra sin antes haberla declarado, y a veces después de haber señalado previamente la hora y el lugar de la batalla. Por virtud de aquel proceder rechazaron al médico traidor que Pirro les envió y a los faliscos el preceptor desleal. Tal era el proceder de los romanos en oposición a la sutileza griega y a la astucia púnica, según las cuales vencer por la fuerza era menos glorioso que vencer, por el engaño.
Capítulo VI. La peligrosa hora de los parlamentos
Decía Cleómenes que cualquiera que fuera el daño que al enemigo se hiciera en la guerra, aquél estaba por cima de toda justicia, y que era además ajeno a ley ninguna, ni de los dioses ni de los hombres. Habiendo dicho guerrero ajustado una tregua de siete días con los argianos, tres solamente eran pasados cuando cargó sobre ellos hallándose dormidos, y acabó con todos, alegando como defensa de su proceder que en el convenio hecho no se había hablado de las noches. Los dioses vengaron tan pérfida sutileza.
Y expresándose todavía de modo más generoso, el gran Alejandro Polipercón, a quien querían persuadir para que se aprovechara de la ventaja que la oscuridad y la noche le proporcionaban para atacar a Darío: «De ningún modo, respondió, no está en mí ir en busca de victorias de mala ley: malo me fortunae paeniteat, cuam victoriae pudeat.»
Aquest darrera frase de Quinto Curcio es traduiria més o menys: M'estimo més queixar-me de la meva disort que avergonyir-me d'una victòria. Cal recordar que "Malo" és la contracció de "Magis volo"
Capítulo VII. Júzguense nuestros actos por la intención.
Dícese que la muerte nos libra de todos nuestros compromisos. Yo sé de algunos que han interpretado este principio de diverso modo. Enrique VII, rey de Inglaterra, convino con don Felipe, hijo del emperador Maximiliano, o, para designarle de una manera más honrosa, padre del emperador Carlos V, en que le hiciera entrega del duque de Suffol de la Rosa blanca, su enemigo, que había huido y buscado asilo en los Países Bajos, con la condición de que no atentaría contra la vida de dicho duque; sin embargo, a la hora de morir ordenó a su hijo en el testamento que diera muerte a Suffol en cuanto él hubiera exhalado el último suspiro.
No podemos mantenernos más allá de nuestras fuerzas ni de nuestros medios; por esto, y porque nuestros esfuerzos y ejecuciones no residen en modo alguno en nuestro poder, no hay nada tan real en nuestro albedrío como la voluntad; en ella se fundan y establecen por necesidad todas las reglas del deber del hombre.
Capítulo VIII. De la ociosidad.
El alma se pierde cuando no tiene un fin establecido, pues como suele decirse, estar en todas partes no es encontrarse en ninguna.
Quisquis ubique habitat, Maxime nusquam habitat
Capítulo IX. De los mentirosos.
Además de la falta natural que experimento (en verdad vista su necesidad Platón hace bien en nombrarla diosa grande y poderosa) si en mi país quieren señalar a un hombre falto de sentido, dicen de él que no tiene memoria; cuando me quejo de la falta de la mía me reprenden y no quieren creerme, como si me acusara, de falta de sensatez: no establecen distinción alguna entre memoria y entendimiento, lo cual agrava mi situación, pero no me perjudica, pues por experiencia se ve que las memorias excelentes suelen acompañar a los juicios débiles. Equivócanse también no haciéndome justicia, en el respecto siguiente: quien como yo no sabe hacer bien nada, aparte de ser excelente amigo, ve que para ellos las mismas palabras que acusan mi enfermedad representan la ingratitud; forman idea de mi afección por mi memoria, y de un defecto natural hacen un defecto de conciencia: «Olvidó, dicen, esta súplica o esta promesa; no se acuerda de sus amigos; no se ha acordado de decir, hacer o callar esto o aquello por la estimación que me tiene.» A la verdad, yo puedo fácilmente olvidar, pero dejar de cuidarme del encargo que un amigo me ha confiado, no lo hago nunca.
D'altra banda, el meu pare aplica aquest principi de Montaigne quan veu una pel·lícula: per a ell sempre és nova.
La segunda ventaja de la falta de memoria consiste en recordar menos las ofensas recibidas; como decía Cicerón, para ello sería menester un protocolo. Darío, para no echar en olvido la ofensa que había recibido de los atenienses, hacía que un paje le repitiera al oído tres veces, siempre que se sentaba a la mesa: «Señor, acordaos de los atenienses.» Además, los lugares y libros que veo por segunda o tercera vez, se me ofrecen siempre como una novedad.
"Se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo"
No sin razón se dice que quien no se sienta fuerte de memoria debe apartarse de la mentira
Tot i que és evident, no es comenta sovint, però tot el que coneixem dels altres és per la paraula. No trec importància a la comunicació no verbal, però la nostra idea no experimentada dels altres es fonamenta en la informació que rebem.
Es a la verdad la mentira un vicio maldito. No somos hombres ni estamos ligados los unos a los otros más que por la palabra. Si conociéramos todo su horror y trascendencia, la perseguiríamos a sangre y fuego, con mucho mayor motivo que otros pecados. Yo creo que de ordinario se castiga a los muchachos sin causa justificada, por errores inocentes, y que se les atormenta por acciones irreflexivas que carecen de importancia y consecuencia. La mentira sola, y algo menos la testarudez, parécenme ser las faltas que debieran a todo trance combatirse: ambas cosas crecen con ellos, y desde que la lengua tomó esa falsa dirección, es peregrino el trabajo que cuesta y lo imposible que es llevarla a buen camino; por donde acontece que comúnmente vemos mentir a personas que por otros respectos son excelentes, las cuales no tienen inconveniente en incurrir en este vicio.
Capítulo XI. De los pronósticos.
I ara toca parlar d'una imbecil·litat encara avui dia creixent: la predicció del futur. Un negoci dut a terme per personatges sense escrúpols que s'aprofiten de la feblesa dels altres. Feblesa alimentada per mitjans de comunicació i mecanismes de poder dedicats a aconseguir que cada dia siguem més imbècils i manipulables (i per cert, amb bastant èxit)
Quedan, sin embargo, entre nosotros todavía algunos medios de adivinación por medio de los astros, los espíritus, las figuras corporales, los sueños y otras cosas; todos los cuales acreditan la curiosidad furiosa de la humana naturaleza, que se preocupa de las cosas venideras como si no tuviera bastante con digerir las presentes.
Pot ser ja fa referència al seu contemporani Nostradamus: l'art de fer servir paraules ambivalents i adaptar-les quan ja han succeit els fets:
Hay quien estudia y comenta los calendarios para explicarse el presente y adivinar el porvenir; y diciéndolo todo no es peregrino que enuncie la verdad y la mentira: quis est enim quitotum diem jaculans, non aliquando collineet. No los tengo por más veraces porque alguna vez acierten. Sería ir por mejor camino que hubiese una regla para equivocarse siempre, pues a nadie se le ocurre tomar nota de sus desdichas cuanto éstas son más ordinarias y frecuentes, y se decanta mucho lo que por rara casualidad se adivina, porque esta circunstancia tiene mucho de rara, increíble y prodigiosa. Diágoras, sobrenombrado el ateo, respondió del modo siguiente, estando en Samotracia, a alguien que le mostró en un templo muchas ofrendas y cuadros llevados por gentes que se habían salvado de un naufragio:
«Y qué pensáis ahora, dijéronle, vosotros que creéis que los dioses menosprecian ocuparse de las cosas humanas, ¿qué decís de tantos hombres salvados por su ayuda? Es bien sencillo, contestó; ahí no se ven sino las ofrendas de los que se libraron; las de los que perecieron, que fueron en mayor número, no figuran para nada.»
Capítulo XII. De la constancia.
Segons alguns estudis, la cavalleria cristiana en les Naves de Tolosa va atacar d'esquenes. Hi ha precedents:
Algunos pueblos belicosos apelaban en los combates a la fuga como principal ventaja, volviendo la espalda al enemigo con más peligro para éste que haciéndole frente: los turcos tienen algo de esta costumbre. Sócrates en un diálogo de Platón se burla de Laches, quien defendía el valor diciendo «que consistía en mantenerse firme en su puesto contra el adversario». ¿Pues qué, repone el filósofo, sería acaso cobardía derrotar al enemigo dejándole un lugar?, y apoya su dicho con la autoridad de Homero, que alaba en Eneas la ciencia de huir. Y como Laches, volviendo de su acuerdo, reconoce tal costumbre en los escitas y generalmente en las fuerzas de caballería, Sócrates alega a su vez el ejemplo de la infantería lacedemonia, nación hecha más que ninguna a combatir a pie firme, que en la jornada de Platea, no pudiendo conseguir abrir la falange persa, deliberó desviarse y permanecer atrás, para simular así una falsa huida y conseguir romper y disolver las fuerzas persas, persiguiéndolas, estratagema que les valió la victoria.
Capítulo XI. De los pronósticos.
I ara toca parlar d'una imbecil·litat encara avui dia creixent: la predicció del futur. Un negoci dut a terme per personatges sense escrúpols que s'aprofiten de la feblesa dels altres. Feblesa alimentada per mitjans de comunicació i mecanismes de poder dedicats a aconseguir que cada dia siguem més imbècils i manipulables (i per cert, amb bastant èxit)
Quedan, sin embargo, entre nosotros todavía algunos medios de adivinación por medio de los astros, los espíritus, las figuras corporales, los sueños y otras cosas; todos los cuales acreditan la curiosidad furiosa de la humana naturaleza, que se preocupa de las cosas venideras como si no tuviera bastante con digerir las presentes.
Pot ser ja fa referència al seu contemporani Nostradamus: l'art de fer servir paraules ambivalents i adaptar-les quan ja han succeit els fets:
Hay quien estudia y comenta los calendarios para explicarse el presente y adivinar el porvenir; y diciéndolo todo no es peregrino que enuncie la verdad y la mentira: quis est enim quitotum diem jaculans, non aliquando collineet. No los tengo por más veraces porque alguna vez acierten. Sería ir por mejor camino que hubiese una regla para equivocarse siempre, pues a nadie se le ocurre tomar nota de sus desdichas cuanto éstas son más ordinarias y frecuentes, y se decanta mucho lo que por rara casualidad se adivina, porque esta circunstancia tiene mucho de rara, increíble y prodigiosa. Diágoras, sobrenombrado el ateo, respondió del modo siguiente, estando en Samotracia, a alguien que le mostró en un templo muchas ofrendas y cuadros llevados por gentes que se habían salvado de un naufragio:
«Y qué pensáis ahora, dijéronle, vosotros que creéis que los dioses menosprecian ocuparse de las cosas humanas, ¿qué decís de tantos hombres salvados por su ayuda? Es bien sencillo, contestó; ahí no se ven sino las ofrendas de los que se libraron; las de los que perecieron, que fueron en mayor número, no figuran para nada.»
Capítulo XII. De la constancia.
Segons alguns estudis, la cavalleria cristiana en les Naves de Tolosa va atacar d'esquenes. Hi ha precedents:
Algunos pueblos belicosos apelaban en los combates a la fuga como principal ventaja, volviendo la espalda al enemigo con más peligro para éste que haciéndole frente: los turcos tienen algo de esta costumbre. Sócrates en un diálogo de Platón se burla de Laches, quien defendía el valor diciendo «que consistía en mantenerse firme en su puesto contra el adversario». ¿Pues qué, repone el filósofo, sería acaso cobardía derrotar al enemigo dejándole un lugar?, y apoya su dicho con la autoridad de Homero, que alaba en Eneas la ciencia de huir. Y como Laches, volviendo de su acuerdo, reconoce tal costumbre en los escitas y generalmente en las fuerzas de caballería, Sócrates alega a su vez el ejemplo de la infantería lacedemonia, nación hecha más que ninguna a combatir a pie firme, que en la jornada de Platea, no pudiendo conseguir abrir la falange persa, deliberó desviarse y permanecer atrás, para simular así una falsa huida y conseguir romper y disolver las fuerzas persas, persiguiéndolas, estratagema que les valió la victoria.
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