diumenge, 22 d’octubre del 2017

Reducción y combate del animal humano de Víctor Gómez Pin

Título: Reducción y combate del animal humano
Autor: Víctor Gómez Pin
Editorial: Ariel Filosofía
Edición: 1ª Septiembre de 2014
Páginas: 172
ISBN: 9788434418639
DIBA: 1(Gom)


En la línea de la filosofía humanista y con puntos de encuentro con Eric Fromm, Bertrand Russell y por supuesto con Karl Marx, me atrevería a decir que es de lectura obligatoria.


Globalmente la idea es que el ser humano está dotado de unas potencialidades que el modo social imperante ha conseguido reducir (un paso más allá de la domesticación). En ese Matrix queda mucho más que la esperanza: es intrínsecamente humana la potencialidad de realizarnos. Pero va a ser imposible realizarnos de forma aislada. Por puro egoísmo necesitamos que el colectivo humano supere sus necesidades básicas. En caso contrario el otro siempre será una amenaza.


Las formas de lucha pasan por superar el autoconvencimiento de que la propiedad es la puerta a la felicidad, por superar el nihilismo marcado al hierro que nada puede cambiar y que hay que conformarse.


Pensar es en sí un acto de rebeldía.


Es un texto durillo (como mínimo para garrulos como yo) pero su lectura te puede evitar horas de psicólogos, te puede hacer renacer la esperanza y sacar un poquito la cabecita de tu Matrix particular. Si te atreves… si no, tú te lo pierdes.

Capítulo I: Del animal domesticado al animal reducido


El perro es un lobo domesticado cuando ayuda al hombre aprovechando su esencia: pastoreando, haciendo funciones policiales o de socorro,.. Pero cuando lo llevamos a la peluquería o lo usamos como juguete o como depositario de nuestra soledad, entonces lo estamos reduciendo.


Para Aristóteles, simbolizar y conocer son los elementos básicos propios de la naturaleza del hombre. La obstaculización para satisfacer sus necesidades básicas, impide la realización del hombre y lo lleva a su reducción.


Los perros falderos abandonados pueden llegar a unirse en jaurías y recuperar su esencia lobuna. Así el hombre tiene en su ser la resistencia a esa reducción por más que los que se han acomodado a ella - y de la que han hecho su zona de confort- insistan en que es imposible evitar la reducción.


Capítulo II: Natural despliegue del animal humano.


Los animales entrenan sus potencialidades (el polluelo del águila aprende a volar)  y una de las principales potencialidades del ser humano es pensar, conocer, simbolizar. Así el niño pregunta continuamente. No obstante, alguna herramienta debe haber para conseguir que el no pensar sea el objetivo de buena parte de la humanidad.


La techné nos posibilita un conocimiento específico de la naturaleza y su transformación. Todos los animales reaccionan al fuego pero el hombre es el único capaz de dominarlo. El conocimiento de la techné puede tener que re-surgir de cero -en el caso de catástrofe con pérdida de conocimiento- (de ahí la crítica a Solón de los sacerdotes egipcios) o puede ir acumulándose.


Los animales pueden desarrollar técnicas útiles pero solo el hombre puede desarrollar esa técnica con funciones simbólicas o artísticas (por ejemplo crear una silla tan grande que no sirva para sentarse).


Una de las características del lenguaje es su articulación. Y eso solo es posible con la presencia de una mutación del gen FOXP2 (presente eh homo sapiens y en homo neanderthalensis) y una concreta posición de la laringe. Las abejas se comunican pero no tienen lenguaje. Por eso, el hombre, que supera la emisión de fonemas ya que utiliza unidades de significado es hombre desde que es verbo: “En el principio fue el verbo”


Otra especificidad humana es el sentimiento de individualidad y por tanto la conciencia de ser mortal. Nacemos dos veces: en el parto y en el momento que usamos -y razonamos con- la palabra.


En nuestra relación histórica con el entorno unos se limitaban a sobrevivir. Otros, mejor considerados eran artistas. Cuando mediante la técnica - en el sentido amplio ya expresado que contiene el arte- se satisficieron las necesidades de supervivencia y técnica se llegó a lo no necesario, al placer del conocimiento en sí mismo, digamos inútil como buena parte de la matemática teórica inaplicable en aquel momento (el conocimiento de la parábola empieza en el IV a.C. pero no se utiliza hasta Kepler).


En la actualidad, la matemática se considera exclusivamente una disciplina práctica incluso para clasificar a los individuos en su aprendizaje. Una argumentación para la defensa de lo humanístico inútil podría ser que el respeto por nuestros semejantes consiste en no instrumentalizarlos. El hombre no va a estar a disposición de otra especie y tampoco debería estarlo a disposición de individuos cuyo interés no sea el de la humanidad, a saber, conseguir sus potencialidades. Sus capacidades pueden ayudarle a subsistir pero no se pueden limitar a eso.


La libertad del hombre es el rechazo a la alienación, su firme propósito a desarrollarse como ser humano. Algunos consiguen instrumentalizar al “animal urbano” apartándole de su compromiso con su especie y con la naturaleza.


La conciencia del otro anima a la potencialidad humana que, para materializarse, ha de superar el embrutecimiento. Aunque parezca imposible, el solo planteamiento de luchar por la libertad es un acto de libertad. La libertad no se alcanza en un momento preciso, es una consecución constante, dinámica.


La sumisión resignada a un trabajo embrutecedor y alienante es un retroceso incluso frente a la concepción de ciudadano de los griegos. La ciudad garantizaba que cualquier ciudadano pudiese ir al teatro para manifestar su distinciòn respecto a los esclavos. En el teatro se reflejaba lo humano, de lo que cualquier ciudadano participaba.


“Es simplemente insoportable que la dialéctica entre trabajo embrutecedor y pavor a perder tal vínculo esclavo se haya convertido en el problema subjetivo esencial, en el problema mayor de la existencia. Y es, en consecuencia, imperativo el denunciar las teorías pragmáticas legitimadoras de tal estado de cosas, que presentan como único bien al que colectivamente puedan los ciudadanos aspirar el hecho de que una disminución de la amenaza que pende sobre su empleo alivie un tanto el terror al que se ven sometidos.Hemos, en suma, de denunciar lo insoportable de la situación laboral actual, porque reducir a los humanos a la esclavitud, impide precisamente la asunción de la condición trágica en la que consiste el ser ciudadano. Pues el tiránico orden social que posibilita tal cosa no es in-humano (sólo los humanos son susceptibles de forjar prisiones físicas o espirituales) sino literalmente des-humanizador, una máquina para impedir que los humanos sean cabalmente tales." (pág. 50-51)

Capítulo III Reducción del animal humano


Un colectivo humano puede ser reducido -vencido en términos militares- y perder sus referentes. No obstante, con el tiempo, asimila los referentes de los vencedores y puede desarrollarse en el nuevo marco.


Otra forma de reducción es limitarle sus potencialidades. Vivir, la pura subsistencia, nunca es suficiente para el ser humano.


Y cuando el orden social limita la supervivencia en condiciones dignas, se hace inevitable el deber del combate político “empezando quizás por la denuncia de una educación concebida como instrumento de doma” (pág. 56)


La educación está enfocada al éxito económico personal y colectivo, totalmente alejado de la idea aristotélica de provocar el desarrollo de las potencialidades humanas. Algún político (Boi Ruiz, exconseller de Sanitat de la Generalitat -elegantemente no citado por su nombre en el libro- ) ha declarado que quier quiera estudiar humanidades, que se lo pague él, que el estado no está para derrochar el dinero en cosas no productivas.


Se asume como natural la competencia entre el ser humano dando por cierto que es imposible que la especie humana supere una fase de supervivencia y dignidad colectivas. De esa forma los que consiguen estudiar se suman a la élite que propaga esa idea. “El sistema capitalista no precisa de individuos cultivados, sólo de hombres formados en un terreno ultraespecífico que se ciñan al esquema productivo sin cuestionarlo” decía Marx en su Miseria de la filosofia.


Reduciendo los derechos laborales se puede aumentar la productividad, reducir el paro, garantizar las pensiones. Un mundo donde el esfuerzo hasta la extenuación sea un valor social frente a otros pueblos de vagos...un mundo de esclavos supuestamente felices.


Por eso, el sistema educativo orientado a la represión de la innata curiosidad del niño para conducirlo a un entorno productivo ha de ser objeto de una reflexión ética.


El disfrute de los sentidos sin una finalidad, por puro placer, constituye, para Aristóteles, un rasgo característico de la singularidad humana.


El dinero puede ser un valor de cambio o una finalidad en sí misma. La segunda opción justifica una educación orientada a lo productivo para ganar más y más dinero. Un poco patológico… En el momento que los cabezas de lista de Forbes son modelos, la idea de hombre se transforma.


Piketty en su El capital en el siglo XXI señala que hay exceso de capital para el 95% de estadounidenses que poseen el 5% de la riqueza producida desde 2008. En cambio, no es suficiente para el 5% restante de ricos que controlan el 95 % de la riqueza.


Las formas sociales que impiden el desarrollo del ser humano se caracterizan por fomentar un estado de nihilismo en que se asume que todo será siempre igual, que nada puede cambiar y que quien cae es porque algo habrá hecho mal.


¿Es el dinero un universal antropológico? ¿O igual que ha tenido un principio puede tener un fin? Para algunos apareció en Mesopotamia -sin realidad física- como medio de control para determinar las cuantías que los súbditos tenían que derivar al poder. Así, el poder puede reducir su valor cuando es él quien lo debe o subirlo cuando le interesa. Para otros apareció con soporte material y un valor intrínseco vinculado a su peso.


G. M. Tamas, filósofo húngaro reflexiona sobre el dinero erigido como valor supremo que provoca un ideario en que los triunfadores son superiores moralmente y los perdedores asumen esa lógica y su fracaso personal.


El orden social puede garantizar la supervivencia y alguna libertad pero, tal y como está planteado, implica la subordinación de unos a otros cuyos intereses no coinciden con los primeros ni con los de la humanidad. Trabajos mecánicos destinados a producir bienes innecesarios y perjudiciales.


En las sociedades comunales, la tierra no era propia pero se sentía un afecto por ella. En la sociedad actual todo es privado, hasta los riñones que pueden ser vendidos en caso de necesidad.Lo privado es lo prohibido a los demás.


Marx consideraba la relación afectiva entre personas (entonces entre hombre y mujer) como una plasmación de la necesidad natural de compartir. Para el humano enajenado esa relación se establece en términos de propiedad: por ejemplo, el deseo de una descendencia a quien dejar la herencia es un proyecto de superación de la finitud.De ello se deriva la sumisión de la mujer a una función reproductora así como la necesidad de la fidelidad no sea que la propiedad no trascienda a uno mismo sino que acabe en el hijo de otro…


El trabajo implica consumo, gasto de energía. Esa energía transmite su beneficio al empleador y pérdida al productor real. Nuevamente Marx: “El capital es trabajo muerto que al igual que un vampiro sólo vive absorbiendo el trabajo y vive más cuanto más sorbe.” (pág. 81. Según la nota 29 en En El Capital, Volumen I Capítulo X Sección 1. Yo lo he encontrado en el Volumen I Capítulo VIII La jornada de trabajo)


A nivel colectivo, al trabajar más de lo necesario para la subsistencia y la dignidad, se incrementa la corrupción (en términos entrópicos) de todo el sistema.


Las soluciones parciales que asumen la permanencia de un orden social que considera la desigualdad como natural se quedan en eso, en soluciones parciales y provisionales.


Otra variable habitual es la carga contra un tercero cuando no hay valor para enfrentarse al verdadero problema: inmigrantes, homosexuales, seropositivos, marginales, no-productivos, sureños, …


Desde un punto de vista egoísta es necesario subsanar las condiciones de salubridad que afectan a buena parte de la humanidad. No se puede uno desarrollar como humano si está rodeado de miseria aunque solo sea por el miedo que puede provocar.


“Mirífica Europa que en realidad tampoco escapa a estos contrastes y en la que para una parte de los ciudadanos todo objetivo que no sea sencillamente tener trabajo y complementaria distracción es simplemente inconcebible.” (pàg. 92). Sí que buena parte de las masas con capacidad económica han abrazado el turismo cultural pero habría que plantearse si eso tiene algo de realmente positivo vistos los intereses de quienes lo fomentan, las repercusiones en el espacio y los beneficios humanos que reporta a los turistas.


El turismo cultural se nutre de maravillas arquitectónicas gentrificadas que han sido “reducidas a objeto de mirada exterior, a insustancial alimento para ojos de personas que, a menudo condenadas durante once meses del año a un trabajo sin sentido, han de consagrar las llamadas vacaciones a agotadores recorridos por lugares donde el encuentro fértil con gentes de la lengua y cultura del lugar que visitan es imposible. (...) Y así, en su deambular de monumento en museo y de establecimiento típico en callejuela pintoresca, el viajero cultural sólo encontrará la imagen multiplicada de sí mismo, personas homologadas por la exigencia compulsiva de llenar un tiempo de ocio, aliñada con el cumplimiento de ese deber de consumir cultura.” (pág. 93)


El turista compra artesanía que nunca utilizará, celebra festejos recuperados que han perdido su sentido inicial, y acude a templos religiosos que ahora son fetiches culturales para darle la razón a Proust cuando anunciaba la “muerte de las catedrales”.


La Revolución industrial elimina el uso del fuego como punto central en el que los humanos se reúnen. La calefacción elimina el foco de la vida del hogar (la etimología une los términos fuego, hogar, lar, foco…). Ello sumado al taylorismo alienante que hace desconocer al trabajador incluso el producto que produce hace pensar que un campesino preindustrial trasladado a un puesto de producción de la Fiat se sentiría más desplazado que si se le llevase a un pueblo de Anatolia. El ritual funerario del Neanderthal sería para ese campesino mucho más próximo que el trato en un tanatorio actual.


Casos de suicidio en empresas como France Telecom consideran la crisis como causa pero el tema es que la crisis es un estado cíclico del sistema, no una excepción. Así, cuando el centro de la vida es un trabajo esclavizador, el suicidio es en razón de la sociedad y no pese a la vida en sociedad,


Existe la posibilidad de buscar lenguas universales en aras de la efectividad. Así se pierde uno de los instintos básicos del ser humano, el instinto de lenguaje. Continuamente desaparecen especies animales, y es lamentable, pero también es continua la desaparición de lenguas. Esa desaparición de lenguas irremplazables se toma como un signo de los tiempos y genera poca preocupación.


Capitulo IV La causa del animal humano


Lucien Sève advierte que la humanidad está amenazada más de perder su propia esencia que de desaparecer.


Por naturaleza, el hombre tiende a desear lo mejor para su especie; en caso contrario sería un caso único en la naturaleza. Pese a eso, se ha llegado a un nihilismo individual que se convierte en colectivo y que asume que no hay nada digno de ser realizado. Esa deshumanización personal puede compensarse con ideologías: mi descendencia, mi patria, mi raza…


A veces, alguien se da cuenta que la sociedad aparentemente equilibrada y reconciliada se limita a métro, boulot, dodo (metro, curro, catre) y se espanta bastante. Si se lo comunica a otros en los que confía porque sabe que en lo profundo de su ser sienten lo mismo y son capaces de reaccionar, el orden social actuará en su contra y se defenderá. Esto ya ha pasado en el 399 a.C cuando Sócrates prefiere morir a vivir en un mundo que ya no es el suyo. Es una muestra de que la sumisión a la mayoría puede no ser lo más justo. “(...) la verdad está amenazada por un conjunto poderosísimo de ideas masticadas, que domestican el alma hasta privarla de aristas.” (pág. 110)


“... nuestra conciencia (la cual tantas veces es mero reflejo de un cúmulo de convicciones asumidas en ausencia de todo criterio)...” (pág. 116)


El sistema, que ha logrado impregnar todos los aspectos de la vida social -desde los económico a lo afectivo-, ha desarrollado mecanismos de autodefensa que permiten derivar la ira de aquellos que toman conciencia sobre unos pocos corruptos.


Pero al mismo tiempo, la aparente docilidad de los reducidos puede esconder actitudes de rebeldía de las cuales ellos mismos no son conscientes.


Si el orden social nos ayudara a desarrollar nuestras potencialidades, todos y cada uno intentaríamos ir más allá de nuestras necesidades para ser una proyección singular de la humanidad puesto que el hombre es el animal más social que existe. El nomos griego hace referencia a las relaciones que se establecen entre individuos. Pero ¿qué pasa si el hombre está solo, aislado? Incluso en esa situación lucha más allá de la mera subsistencia y de la utilidad práctica. Así, por ejemplo, su guarida deviene en casa dispuesta para recibir a otros.Y sigue hablando, Incluso en sociedad y sin interlocutor -como le pasaba a Einstein- habla y desarrolla su pensamiento más allá de lo comprensible por los demàs.


El que escribe un diario puede escribirlo realmente para sí o autoengañarse. Si se autoengaña se decepcionará en caso de alcanzar sus logros y sufrirá en caso de no llegar a ellos. De esa falsedad hay que huir si uno se desea aproximar a su propia humanidad.


Si el trabajo creativo se considera un bien intercambiable, entonces exige premura. Es decir, ese acto creativo podría haber sido mejor si careciese de esa premura. Por tanto, cubiertas las necesidades, la realización humana es posible.


Todos confiamos en la posibilidad de distanciarnos de lo inmediato. Una operación de álgebra crea un mundo horizontal en que solo tienen sentido unos caracteres matemáticos. Cuando la vejez se manifiesta, como especie, deberíamos tender a la decrepitud. La capacidad simbólica permite evadirse de esa decadencia y persistir en la esencia humana.


La vida humana es tragedia, por ejemplo entre el impulso vital y la enfermedad, “entre deseo de abolir la alteridad respecto al otro y sentimiento de que sólo por su esencial reductibilidad el otros es deseado” (pág. 130)


Esa tragedia, -en sentido griego-, esa esencia humana se desarrollará solo con las necesidades cubiertas. La esclavitud no puede abordar la tragedia. Pero la superación de las necesidades no puede ser solo individual. Si en el entorno no se satisfacen, éste constituirá siempre una amenaza. En cambio, si el colectivo se realiza el yo supera sus limitaciones egoístas.
“Atras quedaria entonces el espejismo consistente en pensa que cabe el goce exclusivamente propio, o goce sin relación: atrás quedaría el espejismo consitente en pensar que uno es el que es, con independencia del ser de los demás.” (pág. 131). La condición social es sustancial al hombre, tanto como el hambre o la sexualidad.


El hombre, como ser teorético, conceptualiza su mirada. Si percibe la naturaleza como una forma de realizarse como ser humano, deja de verla como una amenaza. Así el paisaje alcanza la significación que se puede percibir en Proust, Machado o Basssani.


De esta manera, en esa concepción holística, la verdadera riqueza se opone a la propiedad egoista.”Y esta identificación de la propia riqueza con su posesíon, que en ausencia de reflexión parece algo consustancial a la organización de las sociedades, este deseo de que el bien sea exclusivo, que se nos presenta casi como una ley universal, es en verdad cusa (no única, pero sí esencial) de la enajenación del hombre, de la separación del hombre respecto de su esencia.” (pag. 134). Si la propiedad privada es lo que define la identidad, es fácil la derivación hacia la patria, la familia o el equipo de fútbol. La cooperación es para proteger lo propio.


Por eso, la única vía para llegar a la realización es el interés en los otros. Lo privado es la trampa que nos hemos autoimpuesto para evitar ser felices creyendo que lo somos por poseer lo que no necesitamos.


El penúltimo apartado del capítulo III lleva se titula “Que ir haciendo. Guerra contra la estulticia.”  En general, hablar sobre algo más allá de la supervivencia suena a sarcasmo. Y limitarse al aislamiento estoico es renunciar a lo social y por tanto a lo humano.


Así algún filósofo cae en el conformismo y se oculta en su aislamiento. Hay alguna analogía con la de la mujer explotada laboralmente, sumida en un afecto estereotipado que se enorgullece de no haber vendido jamás su cuerpo para uso sexual. Lo mismo para el artista engolado y otros muchos personajillos. Pero en esos mismos contextos han surgido obras de arte y otras realizaciones verdaderamente humanas. “La filosofía es una guerra contra la estulticia, «porque la estulticia hace soportable lo que es contrario a la dignidad humana.». Por eso la actividad filosófica, teórica por excelencia, es ya en sí misma una praxis. Cada vez que simplemente renace el proyecto se ha ganado una pequeña batalla y se ha abierto un horizonte a la causa.” (pág. 138)


La idea de la causa bélica de la filosofía frente a la estulticia es una complementación de Gilles Châtelet a la frase de Hegel que indicaba que la filosofía es una guerra. “La estupidez puede ser considerada como rasgo innato de una parte más o menos grande de la humanidad o como calamidad contingente, cuyas causas habrían de ser buscadas, a fin de hallar los medios de su abolición.”  (pág. 139)


La causa está en la (mala) educación (que es la que recibimos) orientada hacia objetivos embrutecedores y cada vez más lejos de la idea original de la paideia griega. Educación orientada hacia la idea de la propiedad entendiendo que cuanto más tengas más feliz serás.


“Haremos lo que sea necesario para no trabajar doce horas («ni doce, ni once, ni nueve, ni ocho, ni siete ni seis...») y desde luego repudiaremos simbólicamente a todo aquél que pretenda que este embrutecimiento sólo tiene alternativa en el paro, y sólo tiene complemento en el abandono (el fin de jornada o de semana) a un ocio más embrutecedor que el propio trabajo, pues nos hallamos entonces narcotizados por instrumentos que ( reduciendo literalmente la vida a bidimensionalidad) son una brutal concreción de la carverna platónica y somos inducidos a considerar fuente de felicidad o tristeza lo aleatorio de un resultado deportivo.” (pág. 141)


Sin caer en concebir la actitud de nuestros semejantes como de una impostura colectiva hemos de ser conscientes de las potencialidades de los mismos que, siendo objetivos, se trata de un fenómeno constante a lo largo de los siglos. Y esos logros siempre son peldaños para metas superiores. Por eso nunca hay, ni tiene que haber satisfacción. En lo moral sí es posible, a diferencia de la economía, el crecimiento contínuo.


“...pensar es en sí un acto de rebeldía…” (pag. 144)


“Esta doble capacidad [techne + lenguaje] marca la naturaleza del hombre, la cual entre otras cosas se traduce como la inclinación a lo que Aristóteles llama eidenai, inclinación a activar la potencia de idear, la potencia de subsumir bajo conceptos, completada por la inclinación a simbolizar, la cual se concretiza, aunque no exclusivamente, en la actividad artística.” (pág. 145-146)


“Por ello la defensa de la causa del hombre pasa en primer lugar por contribuir a socavar la arquitectura social que hace imposible la activación de su singular potencia, la activación de las facultades que determina su especie.” (pág. 146)


Y acaba:

“La inclinación a fertilizar todas sus potencialidades como ser de razón y de palabra sólo ha podido ser erradicada en el ser humano por una auténtica violencia contra su naturaleza. Discernir las causas sociales de tal violencia y luchar contra sus efectos en la propia subjetividad, lucha por vivificar el rescoldo de nuestra apagada naturaleza, es en cada uno de nosotros un acto de resistencia, la forma concreta de contribuir a la liberación del animal humano.” (pág. 147)

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